Estados de la energía y de la materia
Marcelo Danza, Montevideo.
Un posible origen: la necesidad de alguna persona o grupo de modificar un espacio y una conversación entre ellos que da lugar a que esto se vuelva enunciado. El diálogo con un arquitecto o constructor y la invitación a imaginar como concretarlo. Luego ideas que fluyen: algunas que se desvanecen y otras que sobreviven en palabras, dibujos, planos, intelecto. Más tarde materia que llega al sitio proveniente de otros lugares transformada en madera, cemento, vidrio, ladrillos…. agua, electricidad, combustible. Allí obra, construcción, sudor….más intelecto; como en un protocolo alquímico la mezcla y disolución de infinitas partes se transforma en un nuevo estado de la materia al que llamamos arquitectura.
Inauguración, fotografías, videos, crítica, actividad, recuerdos, afectos. Inevitable y sano desgaste, mantenimiento, reformas, renacimientos, cambio de dominio, alteración, envejecimiento, resignificación.
Re-inauguración, celebración, fotografías, brindis. Aggiornamiento, más desgaste, mantenimiento, cambio de dominio…
Mientras tanto el repliegue y la desaparición en el tiempo de infinidad de instantes y vivencias que hacen de una única construcción infinidad de arquitecturas. Percepciones del espacio que se desvanecen en el momento y algunos pocos eventos singulares que se perpetúan en la memoria de individuos y sociedades.
Hace algunas semanas atrás el despliegue de los últimos tres minutos antes de la violenta transformación de la materia que un día configuró el Cilindro de Montevideo nos lo hizo evidente.
A la sirena que a todos nos recordó a aquellas que durante la guerra anunciaban los bombardeos le sucedió un tenso e interminable silencio que no duró más que algunos segundos. Luego el collar de explosivos ubicados en la base del delgado muro que conformaba esta obra de referencia de la cultura arquitectónica local detonó uno tras otro con una separación de apenas décimas de segundos. Los muros de más de 25 metros de altura se deslizaron verticales hacia el piso como una liviana tela que descubriría un monumento por inaugurar.
Nuevamente un silencio tenso cubrió el lugar mientras la nube de polvo se elevaba al cielo. Esta vez la causa era otra, ya no la expectativa de lo que ocurriría sino la incertidumbre de cómo reaccionar ante el vacío que la nube dejaba al evanecerse en el aire. Esa construcción había estado presente, como un símbolo, a lo largo de todas nuestras vidas.
Alguien en la precaria carpa devenida en improvisada sala aplaudió liberando la tensión que ya se hacía insoportable. Luego todos aplaudimos y felicitamos a los responsables técnicos de la explosión. Lo que más preocupaba se había cumplido con éxito: no había ni personas, ni animales, ni vegetales heridos y el Cilindro había “desaparecido” dignamente, dando en su despedida un último espectáculo a los uruguayos.
Luego un debate alejado de lo que nos interesa ocupó la prensa local embarcando a arquitectos y políticos en una discusión sin sentido sobre si el aplauso posterior a la explosión fue o no una frivolidad o si la singular calidad técnica del Cilindro ameritaban el esfuerzo de una reconstrucción total. Acaso si con este debate se lograra evadir otras preguntas.
La singularidad del Cilindro radicaba en su techo colgante que –anulando sus esfuerzos horizontales en la tracción de sus radios- trasmitía únicamente cargas verticales al delgado muro. Esta audaz solución ideada por Leonel Viera (1) fue referencia de varias construcciones similares en el mundo entre ellas el Madison Square Garden de Nueva York.
En 2010 un incendio hizo colapsar la cubierta que al caer golpeó y sacó de su vertical al delgado muro. Aunque en su imagen pública poco había cambiado el mundo interno del edificio se había desvanecido junto con su techo colgante. La estructura, pensada desde un frágil equilibrio, ya nunca sería la misma al perder su cerramiento superior y la vertical de sus muros.
El edificio ya no estaba aunque su imagen urbana se mantuviera casi inalterada.
Luego algunos cuestionamientos. Embalsamar? Conservar el cuerpo? O acaso la construcción de una “copia fiel del original” propiciaría el retorno de su esencia? No sería esto un reaccionario fetichismo?
Sección y planta del “Cilindro” de Montevideo. Leonel Viera
Siempre nos han interesado las construcciones arquitectónicas, no como objetos inmutables sino como materia en transformación. Esta lectura hace insuficiente a la imagen inmutable de la fotografía sin otros registros abiertos que ponen su transformación, uso y aún desaparición como centro de interés. Es que este superficial y frágil estrato de la corteza terrestre al cual llamamos arquitectura es altamente sensible al paso del tiempo, a las alteraciones de la cultura, la economía y demás manifestaciones humanas.
La sustitución del devenir de la arquitectura por sus imágenes canonizadas ha acabado por hacernos creer en la eternidad de las construcciones.
En los edificios, como en los seres vivos, la materia y la energía experimenta un callado devenir de intensidades que en algunos pocos momentos se hace evidente: concepción, nacimiento, muerte…más devenir.
Inauguración, fotografías, videos, crítica, actividad, recuerdos, afectos. Inevitable y sano desgaste, mantenimiento, reformas, renacimientos, cambio de dominio, alteración, envejecimiento, resignificación.
Re-inauguración, celebración, fotografías, brindis. Aggiornamiento, más desgaste, mantenimiento, cambio de dominio….
Cambios de estado de la energía y la materia…
Vida.
Referencias:
(1) Si bien Leonel Viera nunca terminó la carrera de Ingeniero Civil que estudió en la Universidad de la República de Uruguay, realizó importantes e innovadoras obras de referencia en el mundo entero entre las que se destacan el Cilindro de Montevideo y su techo colgante y el puente ondulado sobre la Barra de Maldonado ambas en Uruguay.
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