El velo

Alberto Twose, Barcelona

Creo entender engawa como aquel elemento que funciona como divisor de dos situaciones paralelas en el tiempo y muy distintas entre sí, podría ser ese espacio que habita entre el intenso frío del exterior en invierno y el interior ya aclimatado, o bien entre la sensación de estar desprotegido ante la lluvia y el confortable resguardo casero.

Creo poder explicar este espacio a través del cercano recuerdo del último viaje que realicé, pero para ello, deberé remontarme previamente en el tiempo.



En tiempos del Imperio Otomano, el sultán que gobernaba, procuraba aislarse del exterior mediante barreras físicas y humanas, las cuales le permitían esconderse de la mirada directa del pueblo, tanto en el campo de batalla como en sus confines más íntimos. Este recogimiento interior le proporcionaba un poder especial sobre el pueblo al que controlaba. De esta forma el sultán requería de una serie de personajes a su alrededor, los cuales, mediante su mayor acercamiento al pueblo, transmitieran el poder del gobernante.

Se generaba así una forma de gobierno por escalas o transiciones de poder, las cuales acabaron arraigando en la arquitectura del palacio. Se crearon de esta forma unos espacios de transición del palacio fortificado hasta el lugar más íntimo, inaccesible para la mayoría.

El acceso al palacio imperial fortificado se creaba mediante una plaza o patio público, el cual daba paso a un segundo patio, semipúblico, destinado al contacto político, donde embajadores y consejeros se reunían, y desde donde el sultán podía observar la escena, desde el interior del palacio, sin ser visto.

El tercer patio, el corazón del palacio se denominaba el Harén Imperial. Éste era inaccesible para prácticamente nadie procedente del exterior, y a los que habitaban en su interior, gente muy escogida y educada para ello, se les prohibía la salida al exterior del recinto salvo cuando acompañaban al séquito imperial.

Tras la conquista musulmana en India, la sociedad se vio fuertemente influenciada por una cultura nueva que fue arraigando con fuerza, gracias, en parte, a la permisividad y conformismo del pueblo hindú. De esta forma se acabó introduciendo en todo lugar, hasta acabar modificando los grandes palacios del Rajasthan.

Así pues, el confinamiento de las mujeres en ciertos sectores de los palacios, supuso un cambio en la arquitectura del lugar, ya que con ello, ciertos espacios reservados de éste, más sagrados y limitados al libre acceso, adquirieron un tratamiento distinto al resto, que se trasfería de forma más clara y directa en sus fachadas en contacto con el exterior, con la finalidad de ver sin ser vistos.

El resultado de todo esto es una piel de mármol blanco y de muy poco espesor, perforado constantemente y labrado en celosía. De la misma forma que actúa un burka en la sociedad musulmana, ocultando íntimamente el interior, preservando lo interno, relevando a un segundo plano lo que esconde, la mujer que lo habita, y creando una única relación con su entorno más próximo mediante la visión acotada; actúan también las zenanas del palacio. Este velo de mármol que encierra las cuatro fachadas del patio de las mujeres cumple a la perfección su objetivo principal, aísla y oculta el tesoro más preciado del rajá hindú. Pero además, a este velo añadido a la estructura del edificio, se le atribuyen unas peculiaridades ligadas a su vez al bienestar general de palacio, como son la consecución de una constante ventilación cruzada mediante las perforaciones en ambas fachadas y la ausencia de carpinterías exteriores y vidrios, y la creación de espacios interiores donde predomina la sombra frente al sol abrasador del Rajasthan.

De la misma forma que puedes captar las sensaciones del exterior nevado mientras pones más leña en la chimenea, desde las zenanas indias se podía controlar todo lo que sucedía en sus confines, evitando siempre la necesidad de salir al exterior a todo aquel que lo habitaba.

Si paseas por el interior de uno de estos palacios, en lo primero que te fijarás es que te costará trabajo encontrar una celosía igual a otra. Más tarde observarás que casi puedes recorrer la inmensidad del monumento sin necesidad de luz artificial. Y, por último, verás que en todo momento tendrás una visión directa de lo que ocurre tanto fuera de las murallas como dentro de estas. Ahora bien, cuando te encuentres en el exterior y obtengas una visión más global del edificio, verás que todo aquello que eras capaz de sentir en su interior, queda oculto mediante una piel continua, un velo, capaz de esconder hasta el detalle más íntimo.

zenana o zanana, en persa, hace referencia a la parte de la casa reservada para las mujeres y su séquito en países como la India o Pakistán; por extensión, se usa para referirse a un grupo de mujeres o una habitación donde se reúnen aunque no sea en estos países.


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