Nuevo palacio de congresos en Toledo
Miguel Hernández, Toledo
Engawa.
Proyección exterior del suelo de una vivienda japonesa, que sirve como lugar de paso o para sentarse.
Manifestación del equilibrio de fuerzas conocidas como el ying y el yang, espacio japonés que está comprendido por debajo de los grandes alerones de la casa. Espacio gris. Un espacio que rompe con la tensión de opuestos interior – exterior, que se unen y se confunden, o bien técnica de crear una continuidad entre naturaleza y edificio.
Un lugar a medio camino entre el interior y el exterior.
La revista en la que colaboramos tiene el nombre de engawa, que como lugar de transición sugiere cosas tan amables como acogida e invitación, o también a la inversa, proyección y apertura.
Estas sensaciones que puedes tener acercándote a un porche o sentado bajo su alero, aparecen en una ciudad con un centro histórico tan compacto como el de Toledo. Pasear por sus calles es como hacerlo por los pasillos de una casa. Hay puertas y murallas y el Tajo bordea el casco con claridad, por lo que no resulta difícil asimilar a sus límites el carácter de fachadas.
La muralla especialmente tiene el carácter de un engawa dinámico. Cuando sales del cobijo de las calles estrechas y te apoyas en ella, la vista se abre al horizonte y se recrea con el espectáculo. Te sientas un rato, avanzas y te vuelves a recrear. Un lujo.
En algunos casos tenemos incluso la suerte de vivir en esa misma fachada que da a la muralla. Cuando hace buen tiempo se puede bajar a la puerta a fumar un cigarro o beber un te y hacer de la muralla una extensión de la vivienda; Los límites del casco funcionan como porches; son al mismo tiempo imagen y sede, lugar para lanzar la mirada pero también lugar objeto de la mirada.
El Miradero de Toledo, ubicado en la cara Norte, funciona de la misma forma. El paseo ajardinado de la cubierta es, evidentemente, un espacio desde el que mirar y proyectarse, y la fachada forma parte de la imagen de acogida que muestra la ciudad y que puede verse desde abajo. Unas escaleras nos llevan desde el río hasta lo alto de la ciudad antigua a través del nuevo edificio. En este sentido el conjunto es un porche más importante y con una escala mayor (la de la ciudad) que el gran voladizo de entrada al Palacio de Congresos, que no funcionaría como espacio para estar, sino sólo como transición entre el exterior y el interior. Pero mientras éste pórtico si guarda una continuidad con el resto del edificio, el “atrio” que constituye toda la construcción, está más desconectado de su entorno.
Vista de Toledo desde el Sur Vistas del Norte de Toledo
Frente a la suavidad con que las edificaciones se deslizan hacia el Tajo por la cara Sur de la ciudad, la cara Norte, con la muralla, la ladera mucho más escarpada y las construcciones agolpándose en lo alto ofrece una imagen de ciudad fortaleza, más agresiva. En principio, éste sería un marco apropiado para colocar el gran muro de hormigón que es la fachada del nuevo Palacio de Congresos, pero incluso aquí parece tener problemas para encajar en su contexto. Su aspecto es definitivamente rotundo y estar a sus pies impresiona por la masividad del hormigón. Es una ola de ocho pisos de hormigón terroso que en una primera visión te hace dudar si lo que tienes delante es una central hidroeléctrica o las murallas del reino de Mordor.
Palacio de Congresos de Toledo, el Miradero
Pasado el tiempo mi opinión no es tan definitiva, y varía dependiendo de la perspectiva con que lo mire y desde la que lo mire. Existen puntos en los que el hormigón se combina con la piedra de manera armoniosa, pero también hay otros en los que además de diferenciarse de lo antiguo a través del material, lo hace por su gran tamaño y destaca del entorno por al menos dos motivos, quizá en este caso demasiados.
Hay quien dice que hay que esperar a que el hormigón envejezca, hay a quien le gusta más tal y como está, y las últimas noticias son que se podría recubrir la fachada con un aplacado de piedra. No lo se, pero pienso que probablemente siga siendo un frontón enorme, con demasiada repercusión en la imagen que la ciudad ofrece.
Pórtico de entrada al Palacio de Congresos y cubierta ajardinada del Miradero de Toledo
En el libro La arquitectura de la felicidad, que es una de las mejores entradas que conozco al mundo de la arquitectura, Alain de Botton da respuestas a la difícil pregunta de por qué algo nos gusta. En él habla, entre muchas otras cosas interesantes, del equilibrio como un ingrediente de la belleza y de cómo lo nuevo puede integrarse en lo antiguo formando un todo en el que ambas partes salgan fortalecidas si las dos se mantienen en el mismo orden.
La fachada del Miradero debería formalizarse como un elemento más del límite de la ciudad antigua. Su aspecto de muralla con contrafuertes puede ser una buena idea, pero el hecho es que a veces, por el material empleado o por su mayor escala, destaca demasiado y parece una entrada visual un tanto discordante, imponiendo sin miramientos su gran presencia en un tejido fragmentado.
previo--------------------índice---------------------siguiente