El archipiélago de los objetos.

François Guynot de Boismenu, París

A los objetos les gusta la proximidad y el contacto.
Por ejemplo una taza quiere estar con otras tazas, un plato apilarse con otros platos y el mayor anhelo de un cuchillo es acostarse con otros cuchillos.

No solo la semejanza les atrae; la materia con el que están hechos, el origen (geográfico como en la imagen propuesta por Oriol Vilanova) y sus diferentes funciones pueden ser también la causa de diversas afinidades.

En la cocina es normal encontrar alineados en un estante botes de condimentos y de ella colgados: una sartén, un tenedor, una espátula, un cucharón y una espumadera.
Como decía Octavio Paz, “nuestro espacio esta henchido de objetos pero deshabitado de futuro”, sin duda por que ellos están condenados a mirarnos desde presentes y pasados enredados.(1)

Me niego a contar todos los objetos en mi casa, el número de cosas que nos rodean es vertiginoso. Si habitar significa pertenecer a un lugar concreto, también lo es nuestro constante trasladar. De un objeto al otro y sobre todo tratar de no golpearse con ellos.

La geometría juega un rol muy importante, es el verdadero instrumento que permite conectar correctamente los objetos en el espacio.

Hacerlo de manera adecuada es simple, solo se necesita ser metódico, y tener una buena disciplina.

El movimiento de los objetos además de ser sistemático puede ser descontextualizado. Como el encuentro fortuito sobre una mesa de disección, de una maquina de coser y de un paraguas.(2)

Haciendo una abstracción de escala y contenido, sobre esta mesa en la que escribo hay un conjunto formado por los libros, el cuaderno de apuntes, el florero y los dos candelabros. Todos ellos crean un archipiélago donde son tan importantes las agrupaciones de islas/objetos como el espacio/mar que las rodea. Entre ellas yo navego.

Giorgio Morandi (Bolonia 1890-1964) fue un gran explorador de archipiélagos, sin embargo durante 40 años nunca salió de su casa.

El taller/casa estaba simplemente amueblado con una cama y una pequeña mesa, también había su equipo de pintura y los objetos que nunca dejo de explorar.

Algunas personas pueden viajar alrededor del mundo y no ver nada, pero no es necesario ver demasiado para lograr comprender sino mirar bien lo que vemos.

¿Qué fue lo que Giorgio Morandi miraba con tanta atención y constancia?

Unas pocas cosas, vasijas, jarras, botellas, vasos y cajas. Lo que tenia a mano lo disponía sobre la mesa variando las composiciones de los objetos con una absoluta precisión y a veces también moviendo la mesa.

Luego la pintura transformaba la aparente monotonía de los objetos en variaciones mas o menos precisas de tonos y luces.

De esta manera los objetos quedaban ocultados, entrelazados, superpuestos, reunidos y así decantados hasta una abstracción dónde el vacio tiene un lugar tan importante como el pleno.

Esto también es un archipiélago de objetos.

Estamos obligados a acercarnos para ver su belleza. Los sentimientos e imágenes que ellos despiertan son difíciles de expresar con palabras porque están determinados por el fondo, la formas, los colores, el espacio y la luz. A pesar de ello igual lo intentamos.

El fondo: un tercio horizontal dos tercios de pared. De forma levemente rectangular donde la horizontal predomina (+ 10%). El horizonte está con dos grados de inclinación.

Las formas: un botellón cilíndrico con gollete cónico. Cinco botellas del tipo Renanas, alargadas. Una jarra con vertedera abierta y asa de cinta.

Los colores: dos botellas son blancas, una tercera es verde esmeralda. Por detrás otras dos de colores turbios juegan a ser sombras. Completan la composición diferentes tonos de pálidos.

El espacio: en el ángulo derecho están ubicados los objetos. Nuestra mirada asciende guiada por las curvas de la jarra. En la base las botellas generan un delta.

La luz: los contornos tienen efectos vaporosos y lejanos. Las botellas esconden sus transparencias y reflejos. La claridad uniforme reduce los claros y oscuros.

Giorgio Morandi al final del trabajo trazaba la forma de sus pies en el suelo, de esta forma podía retomar el lugar exacto y así recuperar la tensión de los objetos.

John Pawson no necesita trazar sus pies. En su casa de Notting Hill, el esconde sistemáticamente todos los objetos en armarios, porque los considera fastidiosos y terrenales.(3)

En mi casa los objetos van por ahí formando múltiples archipiélagos poblados de fieras salvajes.(4)

Cuando la tensión y el ruido son muy grandes volvemos a poner orden. Porque habitar también es un constante ordenar.



Referencias:
(1) PAZ, Octavio. El arco y la lira, 1956.
(2) COMTE DE LAUTRÉAMONT. Les chants de Maldoror, 1869.
(3) GANDÍA, Pablo. Este es el mejor cuchillo de carne jamás creado (con permiso de los de Toledo y Albacete), El País, 2019.
(4) TWOSE, Pablo. Todo en su sitio, Engawa 23, 2018.

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