Envolventes

Rubén Páez, Barcelona.

La envolvente del edificio en la arquitectura siempre ha reflejado el carácter final del edificio y por tanto ha determinado su propio encaje en la ciudad. Su condición de límite la convierte en proyección, en rostro que comunica y establece relación con el espacio común urbano.

La fachada, ya sea por su testimonio, por su materialidad o por su poder simbólico, siempre ha generado una reflexión más allá de su función como gestor de las variables ambientales que controla. Como testigo de la evolución de las ciudades es un buen elemento para tomar de referencia y desgranar su importancia.


Envolvente y tiempo

El arquitecto chino Wang Shu, explorador de los vínculos de la arquitectura contemporánea y la cultura vernácula china, afronta el Museo Histórico en Ningbo (2003-2008) como una posibilidad de reconstruir el tiempo y la memoria con un lenguaje arquitectónico contemporáneo. Ante el fenómeno de la destrucción masiva y reconstrucción de algunas ciudades chinas, Wang Shu utiliza como material el vínculo entre la historia y la construcción. Este posicionamiento convierte a la envolvente del Museo en una proyección del tiempo, un tiempo físico pero también emocional.

La piel adquiere el valor de estrato, de superposición de fragmentos de historias, historias pasadas recogidas en el presente a través de la reutilización de materiales provenientes de otras obras. Los fragmentos dotan al conjunto de un nuevo significado, en el que éstos revelan su valor como partes de un todo. La nueva envolvente nace con un tiempo vivido, sin necesidad de envejecer ya posee el tiempo que da valor a la arquitectura.



El edificio carga sobre sus hombros con la historia de sus predecesores, un hecho titánico que sólo puede entenderse desde la propia magnitud del museo.

La utilización, en una segunda vida, de ladrillos, tejas o elementos de mampostería sobrantes, se convierte más allá de una técnica constructiva tradicional, en una forma de poner de relieve valores propios del reciclaje y de la cultura del bajo coste en la arquitectura (técnicas populares, espontaneidad, elaboración lenta, socialización, reutilización...)

La envolvente atiende a valores funcionales derivados de las variables que controla, pero recoge la regeneración de significados históricos y culturales de los sistemas constructivos tradicionales chinos. Un elemento, en apariencia autónomo, de la arquitectura posee la capacidad de reivindicar la memoria colectiva.


Envolvente y símbolo

Durante los años sesenta, una de las mayores críticas en torno a la arquitectura del Movimiento Moderno fue la pérdida de capacidad connotativa. Se concibió una arquitectura incapaz de transmitir significados y valores simbólicos. La fachada, que había perdido su función estructural, también pierde su poder narrativo, su capacidad para relatar lo que pasa dentro. Ésta es concebida exclusivamente como la proyección de la función, sin autonomía propia y sin remarcable representatividad.

En este contexto Robert Venturi, exponente del postmodernismo, constata la pérdida de un lenguaje comunicativo y plantea dos formas de conseguir que un edificio sea comunicativo: a través de que la forma exprese la función o que propiamente el edifico adquiera la condición de edificio-anuncio.



El anuncio adquiere mayor trascendencia que la arquitectura, la envolvente se desvincula y se convierte en un elemento autónomo del contenido funcional. El espacio queda relegado al simbolismo y la forma arquitectónica se compone de función e imagen.

El proyecto para el Football Hall of Fame para la Rutgers University en New Brunswick (1967) del propio Robert Venturi, se identifica con la recuperación de los valores comunicativos en la arquitectura. La gran pantalla que define la piel del edificio se concibe en proporción a las medidas reales de un campo de football. La gran valla publicitaria es una fachada, una fachada activa, que recrea la imagen genuina del edificio, rechazando la condición estática de las fachadas tradicionales.

La arquitectura adquiere el valor funcional y anónimo en el interior, y un aspecto singular, comunicativo y público en el exterior. De cualquier modo la arquitectura abraza un contenido representativo, combinando la superficie y la forma, el diseño gráfico, la escultura y el simbolismo.


Envolvente y belleza

En Florencia las fachadas poseen una belleza fuera de cualquier duda. Pertenecientes en su mayoría al esplendor del Renacimiento, se caracterizan por la armonía existente entre las partes y de las partes con respecto al todo. Si pudiéramos medir el sometimiento al Síndrome Stendhal, como aquel descrito por la reacción a la acumulación de belleza y exuberancia artística, con toda seguridad alcanzaríamos niveles altísimos.

La tradición arquitectónica nos había enseñado cuan importante era la fachada, en el modo de ver y entender un edificio. En el contexto florentino del siglo XV la envolvente simboliza el poder, un poder social y económico capitalizado por una de las grandes familias de la ciudad, “I Medici”. Pero más allá de ejercer un poder sobre las tipologías edificatorias, responden a un lenguaje formal ejemplificado en un nuevo concepto de belleza.

La belleza adquiere la expresión de orden intelectual inspirado en conceptos matemáticos. Las medidas, los números y las proporciones son de nuevo modelos válidos, modelos recuperados de la Antigüedad grecolatina. En este retorno se toma como modelo al hombre, la proporción humana es la que domina el edificio. La fachada adquiere la condición de paradigma de equilibrio geométrico, sus trazados reguladores y su organización son absolutamente armónicos y obedecen al rigor matemático que los relaciona (proporción Áurea, secuencia Finobacci…)



Paseando por Florencia enumeramos edificios con envolventes de mampostería vista, fachadas revestidas de mármoles de colores o intonacati (enlucidos gruesos de yeso), con acabados, texturas, superficies o técnicas de distinta procedencia.

Existen muchos ejemplos en Florencia que personifican la nueva belleza en la envolvente: las fachadas, de la Iglesia de Santa Maria Novella de Leon Battista Alberti, de la Iglesia de la Santa Croce, de la Iglesia de San Miniato al Monte o de la pequeña Capilla Pazzi del genial Fillipo Brunelleschi… Estos casos obedecen a fachadas en su mayoría trabajadas en mármol, configuradas con unas superficies eminentemente planas y extremadamente reflectantes, consiguiendo una luminosidad a través del lleno, el vacío y el modelado de la propia luz. Una luz que resalta el contorno y potencia las partes del conjunto, una luz expresiva capaz de reflejar el alineamiento de la ciudad a través de la envolvente, mostrando con medida y proporción armónica al hombre como nuevo centro en el que gravita la arquitectura.



Referencias:


Imagen 1 Museo Histórico. Ningbo (China) 2003-08. Wang Shu
Imagen 2 Football Hall of Fame. Utgers University. New Brunswick (New Jersey) 1967. Robert Venturi & John Rauch
Imagen 3 Iglesia Santa Maria Novella. Florencia 1470. Leon Battista Alberti

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