Cueva y palafito
Pablo Twose, Barcelona
Sobre el origen de Granada dicen algunos que proviene de Nata, nombre de una moradora de la antigua Iliberis, que encerraba su pan en una profunda cueva. Garnata, la cueva de Nata, pues Gar significa cueva en arábico.
Cierto o no, las cuevas son el germen de muchos de los asentamientos de la ciudad. Desde la zona de la antigua Alcazaba Cadima, al Sacromonte o el Cerro de San Miguel.
En Granada las cuevas fueron casas de jornaleros, de obreros y artistas, también han cobijado santuarios o escenarios e incluso fueron cárceles, hoyos excavados en la tierra dónde los cristianos eran torturados (Carmen de los mártires).
Joaquín Bosque Maurel. Geografía Urbana de Granada
Un imprevisto nos truncó la posibilidad de visitar una de esas cuevas, la perteneciente a la casa-estudio que el pintor José María Rodríguez Acosta levantara en el barrio de la Antequeruela.
Tan sólo pudimos observar la puerta cerrada que descendía a los mundos subterráneos, actualmente en “mantenimiento” a causa de una inundación, tal como nos contó la guía de la Fundación Rodríguez Acosta.
Es cierto que vimos muchas más casas-cuevas paseando por el Cerro de San Miguel o por el Sacromonte. Seguramente bajo nuestros pies se desplegaba un mundo subterráneo, el origen de la casa, pero nosotros tan sólo adivinábamos sus fachadas a veces encaladas.
(izquierda ) Entrada a la cueva de la Fundación Rodríguez Acosta
(derecha ) Cuevas de Gitanos. Granada. A.Linares ( Fotógrafo )
Quizás fue mejor así. Tan sólo imaginando la cueva se entiende este artículo, pues los mundos subterráneos están poblados de sueños y misterio más que de realidades tangibles.
Lo más semejante a una cueva que visitamos en el 1r MCCE de Engawa lo encontramos en el barrio del realejo, en el propio estudio y vivienda unipersonal de la arquitecta Elisa Valero.
Extracto de la memoria del proyecto:
(...) Con 3,60 metros de fondo y 10 de fachada esta obra es un ejercicio de mínimos. Un laboratorio de luz y de construcción para ser vivido.
El programa es excepcional como excepcional es este minúsculo solar de la calle Belén. Se adapta a ser una suma en vertical de espacios de trabajo y de vivienda unipersonal que no renuncian a tener calidad y riqueza espacial utilizando medios muy sencillos, como la manipulación de la luz natural, los juegos de alturas en el interior que pretenden compensar la estrechez de las salas y por supuesto la no compartimentación del espacio, por lo que escalera y núcleos húmedos se sitúan en los extremos dejando libre los espacios centrales (...)(1)
Esther, colaboradora del estudio de Elisa Valero, nos lo enseñó amablemente. Comenzamos por el sótano, un espacio inundado, pero esta vez, de una luz fría y acuosa que bañaba los muros desnudos de hormigón, una luz suficiente para que las sombras se sintieran cómodas.
Poco a poco fuimos subiendo por el resto de los espacios apilados verticalmente hasta llegar a la última planta, el despacho personal de la arquitecta. Con cierto pudor uno descubre que está ante un lugar íntimo, silencioso, un lugar hecho de luz y pensamiento. Y paseando un poco más alguien comenta que este espacio parece el opuesto al sótano.
Estudio y vivienda unipersonal. Arq. Elisa Valero
Imagen Javier de las Heras Solé.
Y en seguida resuenan algunos fragmentos del poeta francés Gastón Bachelard en su poética del espacio:
La verticalidad es asegurada por la polaridad del sótano y de la buhardilla. Las marcas de dicha polaridad son tan profundas que abren, en cierto modo, dos ejes muy diferentes para una fenomenología de la imaginación. El tejado dice enseguida su razón de ser: protege al hombre que teme de la lluvia y el sol (…) Hacia el tejado todos los pensamientos son claros.
El sótano se considerará sin duda útil (…) pero es ante todo el ser oscuro de la casa, el ser que participa de los poderes subterráneos. Soñando con él, nos acercamos a irracionalidad de lo profundo.
El desván es edificado por el soñador. Con los sueños en la clara altura estamos, repitámoslo, en la zona racional de los proyectos intelectualizados. Pero en cuanto al sótano, el habitante apasionado lo cava, lo cava más, hace activa su profundidad. El hecho no basta el sueño trabaja. Del lado de la tierra cavada los sueños no tienen límite. (2)
Ambos espacios, el despacho y el sótano son equivalentes. Uno y otro no tienen sentido sin su pareja. El sótano se enraíza con fuerza en el subsuelo para que el despacho pueda erguirse hacia el cielo. Entre medio de estas dos pulsiones el resto de plantas aportan la distancia suficiente para mantener el equilibrio.
Un impulso parejo parece ser el origen de la casa Domínguez que Alejandro de la Sota construyera en Pontevedra en 1978, y que él mismo resumió así:
“Dormir enterrado y vivir en lo alto, subido a un árbol, no es nuevo pero sí es olvidado: la cueva y el palafito”(3)
Sección de la casa Domínguez. Arq. Alejandro de la Sota
De nuevo dos mundos separados por una distancia. En la casa Domínguez este espacio intersticial no se ocupa como se hacía en el estudio de Elisa Valero, si no que es el vacío el encargado de articular ambos mundos, el desván y el sótano.
De la Sota crea una tensión, entre ambos polos. Un vacío que se llenará de vegetación, plataformas y terrazas, humanizándolo. Entre los dos mundos aire, un aire que De la Sota describía:
“un aire cargado de olores, de sabiduría, un aire transformado por eso mismo, por la Arquitectura”(4)
“Un aire transformado por la arquitectura”. Quizás no sea la arquitectura ese aire que nos permite construir entre ambos mundos, ese aire que nos permite conjurar los orígenes primigenios con las altas aspiraciones de la razón y, al mismo tiempo, nos mantiene a salvo de naufragar en cualquiera de ellos.
Casa Domínguez. Arq. Alejandro de la Sota
Quizás la arquitectura sólo sea esa distancia, suficiente, entre ambos mundos, esa distancia necesaria para que el hombre pueda vivir decentemente.
Epílogo.
Se nos pedía una impresión de Granada, y me he desviado hacía otros temas. Pero intentaré hacer una carambola y pasar de la arquitectura a la ciudad. Pues ambos mundos (sótano y desván) no son propios de la arquitectura sino del hombre, y creo que Granada pudiera ser un ejemplo de ciudad dividida entre ambas polaridades.
El mundo primigenio, el mundo de las cuevas, de los hechizos, de los sentimientos, el de los gitanos. Ese mundo aún existe bajo las faldas de los cerros, y bajo sus casas.
El desván, el árbol, la atalaya, el cielo, incluso el paraíso encuentran su lugar en la Alhambra, una ciudad creada por la aspiración del hombre hacia la trascendencia, construida desde la razón.
Sin embargo Antonio Jiménez Torrecillas nos contaba que las cuevas se habían declarado espacios no habitables debido a su deficiente salubridad. Pedro Puertas nos explicó como en el Cerro de San Miguel unas 180 casas-cuevas han desaparecido abandonadas y desabastecidas por el municipio. Poco a poco parece que el mundo que se encuentra bajo nuestros pies se debilita, se silencia, y quizás desaparezca...
Mirando a lo alto la Alhambra aún se muestra como la fortaleza que en su día fue. Pero debemos vigilar que su impronta no sea sustituida por aquella que deja en las cámaras de los miles de turistas que la visitan, que retratan una imagen plana, arquetípica, que, en su abuso, corre el riesgo de vaciar y simplificar su significado real.
Seamos optimistas, tan sólo debemos estar atentos, dejar que aquello que hagamos guarde las justas distancias entre el mundo de las aspiraciones y el mundo primigenio, dejar espacio a la memoria y proyectarla hacia el futuro.
(1)Elisa Valero. Memoria del proyecto: Estudio y vivienda unipersonal en el barrio del Realejo
(2)Gaston Bachelard, La poética del espacio.
(3)Alejandro de la Sota. Revista obradoiro num.9, Abril 1984
(4)Alejandro de la Sota.
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