nº13 Lincoln's Inn Fields
Pablo Twose, Barcelona
Una imagen es una elección, un recorte, un instante sin tiempo. El atleta capturado en el aire con su espalda arqueada es ya una portada, y su difusión entre la gente la convierte en realidad.
Poco importan la pesadez de sus músculos, ni las incontables sesiones de entrenamiento repitiendo el mismo ejercicio hasta la saciedad. La imagen, ingrávida y única, es suficiente y omite todo lo demás.
PARTE III
la montaña
En 1959 Walt Disney rodaba la película “Third Man on the Mountain” en los Alpes suizos, concretamente en el monte Matterhorn. Walt Disney se enamoró de la montaña y tras su regreso a EEUU decidió crear una réplica en Disneyland. El “Matterhorn”, de 44,8 metros de altura, fue la primera montaña rusa instalada en el parque de atracciones.
El fugaz recorrido de la montaña rusa comienza en un pequeño escenario tirolés, atraviesa cuevas de hielo habitadas por sus temibles yetis, alcanza la cumbre nevada, y baja hasta chapotear en los lagos suizos, todo ello en apenas 2 minutos.
Detrás de esa fugaz experiencia y escondida a los ojos del público se despliega una complejísima estructura de acero diseñada con el doble propósito de reseguir el caprichoso perfil de la montaña y transmitir las cargas gravitatorias y móviles eficientemente al terreno y alojar todas las instalaciones y maquinaria necesarias para el funcionamiento de la atracción. El resultado es una estructura más próxima al derrumbe de un rascacielos de acero que a la propia lógica de la construcción.
Poco importan la pesadez de su estructura, ni las incontables horas dedicadas por los ingenieros. La imagen, ingrávida y única, es suficiente y omite todo lo demás.
PARTE IV
La ruina
-¿Cree que el arte necesita cierto compromiso con la realidad?
-¿Qué realidad? Si te refieres a la realidad consumista que rige el mercado (de los libros) y que se ha convertido en el entorno preferido para la ficción, esa realidad no me interesa nada. Más que la realidad, lo que me interesa es la verdad. Creo que la ficción es la única cosa que me acerca a la verdad que la realidad oscurece. *
De la entrevista a Enrique Vila-Matas en The Paris Review June 6, 2011-06
Si la arquitectura del Matterhorn de Disney, parte de una ilusión soportada por una compleja y pesada realidad estructural, el museo de Sir Jhon Soane actúa de modo opuesto. No parte de una imagen, si no que intenta recrear esa verdad, de la que habla Vila-Matas, por medio
de ilusiones o ficciones.
Si en el artículo anterior (- nº13 Lincoln's Inn Fields --engawa 05) se abordaban las ficciones espaciales del edificio, en este número se tratan las ficciones
temporales que envuelven el museo como una gran madeja de hechuras
literarias.
Presente:
Cuando Soane cedió su casa-museo a la ciudad de Londres bajo el cumplimiento de ciertas condiciones, una de ellas era que el museo permanecería cerrado los días nublados. No era un capricho. Soane viajó en su juventud a Roma y pudo contemplar las ruinas romanas bajo la luz Mediterránea, su verdadera luz. No concebía otra opción para sus colecciones, así que creó un complejo sistema de claraboyas tintadas en tonos cálidos para bañar el interior de una cálida luz ambarina que coincidiera con la de su recuerdo. Soane creó una ficción, un museo cuya existencia dependía de la luz, un museo intermitente en el tiempo.
Pasado:
El tiempo o su evocación es la base del proyecto. Los espacios del museo se recubren de fragmentos: 130 greco-romanos, 50 medievales, 76 renacentistas y 442 réplicas en yeso. No parece importar su procedencia y veracidad, tan sólo la evocación de su origen: el pasado. Su museo es una inmersión en el tiempo.
Futuro:
En el extraño manuscrito “Crude Hints Towards the History of My House” Soane lleva aún más allá las ficciones, hacia el futuro, y nos describe la visión de un visitante frente a las futuras ruinas de su casa:
Se hicieron eco de las ruinas y de la extensa amalgama, parcialmente enterrada, de antiguos fragmentos unidos de algún modo a un edificio de esta ciudad (Londres), de una construcción aparentemente posterior.
Para rescatar esta obra de su incierto origen y para que el público pueda estar mejor informado respecto a estas ruinas y les permita interesarse en ellas, voy a recoger las diversas conjeturas que se han descrito sobre este edificio (…)
Soane quiere que su obra perdure en el tiempo, no como un presente petrificado (esa sí es la mayor de las ficciones), sino abarcando un tiempo infinito. Así la casa de Sir John Soane, que proviene de las ruinas clásicas y acaba convertida en una de ellas es un origen y un fin al mismo tiempo. Soane sueña en un tiempo cíclico, circular encerrado en la propia casa. Un tiempo que quizás pudiera llamarse arquitectura.
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