Una silla que escucha

Pablo Twose, Barcelona


Nuestro día a día está lleno de las ausencias de nuestro cuerpo. La silla, la cama, el taburete, el inodoro. Todas las piezas de la casa nos remiten. Son como fósiles de nuestros movimientos.

Una silla no es más que el reflejo de nuestro cuerpo al sentarnos.

Mediante diversos estudios, ya sean funcionales o ergonómicos, hemos conseguido descifrar algunas medidas de la vida, y las hemos traslado a las normativas de nuestras ciudades: salón 18m2, dormitorio principal 12m2, dormitorio 6m2…Nuestros espacios nos contienen antes de que los habitemos.

Hay arquitecturas que se escapan de esta concepción. Miralles estudia todos los posibles movimientos, sin descartar ninguno, superponiéndolos, habitando sus obras en todas direcciones, de forma salvaje. Y al igual que en los cuentos nos deja trocitos de pan tras sus pasos.

Hay en Miralles una cierta premura por vivir (quizás premonitoria). Incapaz de esperar a sus futuros usuarios Miralles ya habita el espacio mediante los elementos de sus edificios. Éstos han dejado de ser moldes para interpretarse a si mismos como sujetos. Podemos ver como sus pérgolas de la Villa Icaria andan como una procesión de cabezudos, como los asientos del Círculo de lectores están escuchando permanentemente a un ponente invisible, como los pilares se ponen de puntillas, o se emparejan.

Un mundo donde los moldes están vivos mucho antes de que lleguemos, y empiezan a morir en cuanto aparecemos.

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