Mies van der Johnson
Rubén Alcolea Rodríguez / Jorge Tárrago Mingo, Pamplona.
Fraser Stables, Circus. (fotografía tomada desde el sur de la Glass House de Philip Johnson)
En la casa de vidrio que Philip Johnson se construyó en New Canaan, Connecticut, en 1949, una escultura del polaco-norteamericano Elie Nadelman titulada Two Circus Women separa virtualmente el espacio entre el estar, el comedor y la barra de la cocina. Son dos mujeres erguidas y unidas, parece que se abrazan. De contornos francamente voluptuosos, bastante parecidas la una a la otra, su complexión y sus vestidos aparentan ser idénticos y algo indefinidos y, de hecho, sus facciones son imprecisas e indistintas. Por detrás sería difícil distinguirlas, si no es por las diferencias de postura que vemos por delante. Una de ellas se apoya en una sola pierna, flexiona relajadamente la otra y mira al frente. La segunda está algo inclinada, probablemente estrecha con el brazo izquierdo a la primera pero marca una sutil distancia para girar ligeramente la cabeza mirándola, pensemos que lo hace con ciega admiración.
Bien pensado, esta escultura de yeso recubierta de papier mâché de apenas metro y medio no podría ser una mejor metáfora de lo que ha perseguido a la casa desde su construcción: su parecido razonable con otra célebre casa de vidrio, la que construyó Mies van der Rohe para la Dra. Edith Farnsworth en Plano, Illinois, un año después, en 1950. La historia es bien conocida. En 1947 Johnson comisaría la primera exposición sobre la obra de Mies en el MoMA. El proyecto había comenzado acabada la guerra, seguía ajustándose desde entonces entre cliente y arquitecto y para la exposición se produjeron una maqueta y una planta algo distintas de la que se construiría más tarde. Y Johnson estaba al corriente desde el principio. Para abundar en la metáfora, es curioso que esa pareja genérica abrazada –mis ‘diosas protectoras’ las llamaba– esté ahora bastante deteriorada a causa de un proceso de copia en bronce que se hizo para Nelson A. Rockefeller. Incluso otra copia más, de mármol y tres veces más grande, puede verse en el vestíbulo del New York State Theater del Lincoln Centre
Elie Nadelman, Two Circus Women, c.1928-30
Original y copia, parecido y diferencias, cita o plagio, Farnsworth y Glass House, Mies y Johnson. Sobre esto se han escrito cientos de páginas. Y cuanto más esfuerzo por separar a la segunda de la primera, no se hace sino reforzar más su filiación. Cuanto más se sobre-intelectualiza la segunda (y se ha hecho hasta la extenuación), la situación se vuelve más forzada. Sólo unos pocos ejemplos: Robert Stern nos dice que el diseño es una cuestión de estilo, no de ideología; Peter Eisenmann que la arquitectura es como un lenguaje, hecho de figuras retóricas y de metáforas; y Kenneth Frampton –éste el más sesudo– la vincula a un proceso lógico moderno que busca y no elude sus referencias buceando en la historia de la arquitectura.
Y lo cierto es que Johnson, al menos al principio, siempre fue honesto: “La idea de hacer una casa de vidrio proviene de Mies van der Rohe (…) sólo cuando vi los bocetos de la casa Farnsworth empecé el trabajo de tres años de duración que ha supuesto proyectar mi casa de vidrio”.
Así, ‘el talento de Mr. Johnson’ no es suplantar (menos aún asesinar) a Mies, es apropiarse de una parte de su genio, tomar el contenido de unos croquis, combinarlos con unos detalles constructivos, aportar un toque personal,… Y hay que reconocerle la inteligencia y picardía en el modo en el que explica por primera vez la casa, recién acabada, nada menos que en Architectural Review.
Si damos crédito a la colección de citas, por este orden y no exhaustivo, la aproximación a la casa a través de senderos se debe, nada más y nada menos que a la propiedad del conde Pückler en Muskau aunque –dice– “lo copié” de Le Corbusier; la disposición de los edificios a Mies y su plan para el Instituto Tecnológico en Illinois y también a van Doesburg y a la Acrópolis de Atenas; la relación con el paisaje, a Schinkel; a Ledoux su forma pura; la idea de hacer una casa de vidrio –lo sabemos de sobra– se debe a Mies; los detalles también “son adaptaciones de la obra de Mies”; la planta a Malevitch; la casa de invitados de ladrillo a Mies; la forma de agrupar mobiliario a Mies; los reflejos a Mies; y la escultura de Nadelman, del pabellón… a Mies.
Quizá no fue más que el modo de adelantarse a lo evidente, hacer una confesión sincera a tiempo y ahorrar problemas. Da lo mismo. No tiene sentido volver a preguntarse si es original o copia, porque quizá es ambas cosas. Dejémoslo en que en vez de producir algo nuevo, refinó la aproximación miesiana según sus referencias y obsesiones. ¿Por qué no fijarse en Mies? ¿Por qué no hacerlo, si la casa Farnsworth “es una obra maestra”? La carta que le escribe el 4 de junio de 1951 cuando las dos casas ya están terminadas es sencillamente conmovedora, o aterradora. Dice:
“Querido Mies: Siento que no nos hayamos vuelto a ver desde mi visita a la casa Farnsworth (…) No encuentro palabras para expresarte cómo admiro la arquitectura. Tus soluciones brillantes a los problemas que llevan años ocupándonos son impresionantes. Las uniones entre los perfiles de acero son tan claras, tan bellamente concebidas, que no creo que nadie pueda superar nunca. Está resuelto de una vez y para siempre. La ejecución también me parece maravillosa. Estoy sorprendido de que hayas encontrado operarios capaces de hacerlo tan bien. No puedo decantarme por nada en concreto porque cada cosa está tan bien como la siguiente. Quedo exhausto de imaginar todo el trabajo que has hecho (…).”
Fervores aparte, esta casa tiene algunas ventajas importantes sobre su predecesora, como haber sido habitada con mucha más intensidad, aunque fuera los fines de semana (“Tres días, no más, y vuelta a donde está la acción”), y por muchos: millonarios, artistas, escritores, arquitectos, estudiantes, faranduleros,... Y también tiene sus momentos de lucimiento. ¿Quién no ha aguantado la respiración ante la bella fotografía de Arnold Newman, esa en la que los reflejos desmaterializan o camuflan la casa?
Qué vamos a decir nosotros de esa imagen mejor y más sonoro que Truman Capote: “Think of nothing things; think of wind.”
¿No es aquí donde ambas casas más se parecen porque son la misma promesa de habitar sin límites físicos?
Fotografía de Arnold Newman de la Glass House de Philip Johnson
Referencias:
JOHNSON, Philip, Mies van der Rohe, The Museum of Modern Art, New York, 1947
JOHNSON, Philip, “House at New Canaan Connecticut”, Architectural Review, September 1950
Philip Johnson. Writings, Oxford University Press, 1979 (versión castellana, GG, Barcelona, 1981)
WHITNEY, D., KIPNIS, J. (eds), Philip Johnson: The Glass House, Pantheon Books, New York, 1993.
Philip Johnson. Layout in conversation with Rem Koolhaas and Hans Ulrich Obrist, Verlag der Buchhandlung Walter König, Köln, 2003
http://philipjohnsonglasshouse.org/
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