La medianera en vilo
Félix de la Fuente, Barcelona.
De las treinta y siete viviendas de la Casa Rustici, treinta y cuatro se yerguen en dos cuerpos paralelos sobre un zócalo de servicios que hace de huella compartida sobre el terreno. Es la amplitud de esta huella la que decide el tipo de relación entre ambos, las distancias que se guardan y el nivel de intimidad, como la línea al pie de las chicas de la portada.
A partir de esa huella, los dos edificios son funcionalmente independientes.
Como ocurre con la anatomía de ambas chicas, comparten un aspecto exterior semejante y una solución portante guiada por el pórtico central de la doble crujía que, a modo de espina dorsal, vertebra los espacios de servicio y equilibra a su alrededor diversos conjuntos de salas. Éstas se van colocando al interior del perímetro de la fachada de manera desigual como si se tratara de órganos al interior de un torso, basculando y agrupándose en aparatos domésticos de dos a siete salas según la necesidad de cada tipología.
A su vez, las fachadas alojan en su interior ese conjunto de órganos con la naturalidad de la piel de un cuerpo, es decir, sin que la fragmentación propia de la planta repercuta en la unidad de su aspecto exterior.
Y es precisamente en este sentido de envolvente unitaria que se dispone un tercer cuerpo vertical suspendido de los otros dos: el frente de terrazas que a modo de fachada conjunta vincula ambos edificios al igual que la trenza une los cabellos de ambas chicas y estrecha su relación hasta el punto de jugar el papel protagonista del cuadro. Su presencia enfatiza una nueva medianera hasta ahora invisible; el espacio en vilo entre los dos cuerpos anteriores. Los delgados cantos de los forjados parecen tensarse desde sus raíces en los testeros de ambos edificios mientras que, justo en el centro, una leve partición aporta un matiz contundente a la naturaleza de este vínculo: no hay comunicación, no se trata de pasarelas sino de parejas de terrazas enfrentadas, cada cual de su propio edificio, que se suceden nivel a nivel en un cuerpo compartido como lo hacen los mechones rubios y castaños en la trenza de las muchachas.
La imagen de la portada permite una última observación en torno a la relación de ambas figuras. Las dos chicas no adoptan una pose equivalente, una está ligeramente escorada sobre la otra y ha tendido su brazo para ceñir hacia sí el cuerpo de su compañera, quien en un gesto recíproco estrecha al interior de su brazo la mano tendida a su alrededor, la fija. Es el elemento más humano hasta ahora, el de voluntad y el de atracción. El promotor de la Casa Rustici, el que ha tenido la voluntad primera, se reservó el ático del conjunto. Allí una sala puente salva la distancia entre ambos edificios en un gesto semejante, esta vez a 25 metros de altura, lanzándose desde un edificio para ser recibido y fijado por la escalera del opuesto como si se tratara de un brazo recogido por el interior de un codo.
Pero esta vez la composición de la planta se desentiende de la rigurosa alineación al contorno del cuerpo del edificio que disciplinaba las plantas inferiores y va deslizando sus salas y elementos sobre la cubierta, extendiéndolos, abriéndolos y recogiéndolos con la libertad propia de unos dedos de muchacha, ocultos al otro lado de la imagen.
Referencia:
Imagen: Casa Rustici (planta tipo, fachada principal y planta ático), Milán. Giuseppe Terragni y Pietro Lingeri. 1933-36.
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