ceci n’est pas l’amour

François Guynot de Boismenu, Herblay.

Hay una frase de Louis-Ferdinand Céline que me viene a la memoria: “Con las palabras nunca somos lo suficientemente desconfiados.... hay palabras escondidas dentro de otras, como piedras”. (1)

Esta conclusión de Céline (escrita en 1932) la podemos modificar desde nuestra temporalidad: Con las imágenes nunca somos lo suficientemente desconfiados.... Hay imágenes escondidas dentro de otras, como piedras.

Palabras e imágenes, un binomio para desconfiar. Y son el origen de estas preguntas: ¿representamos de la misma manera una imagen, cuando está dibujada que cuando está escrita?
Y ¿más allá de la representación, hacemos lo mismo?

El binomio palabra-imagen, puede ser interdependiente. Por ejemplo cuando texto e imagen se corresponden mutuamente, típico del espacio clásico donde las palabras y las cosas se superponen (+).
En París la «pirámide del Louvre» representa exactamente lo construido, el nombre dado enuncia la forma y el lugar.
Sin ningún tipo de ambigüedad o de misterio, el texto y la arquitectura son apilables.


Ceci est la pyramide du Louvre.

O al contrario el binomio palabra-imagen puede ser discordante, característica del espacio moderno donde la palabra y la imagen asumen sus opuestos (-) para crear una dimensión complementaria.
Así la palabra no es solamente la contradicción de la imagen, es también otra manera de decirlo. El ejemplo más conocido es el cuadro de Rene Magritte «ceci n’est pas une pipe» (1928-1929) donde la unión palabra-imagen se deshace.


Primera versión de «Ceci n’est pas une pipe» Magritte, 1926.

¿En qué consiste el deshacer?

Para Michel Foucault, el cuadro de Magritte tiene la originalidad de introducir un cierto juego, inquietando las relaciones tradicionales del lenguaje y de la imagen.
La malicia de Magritte es doble, porque no se trata solo de producir una imagen a partir de un caligrama, sino también la posibilidad de deconstruir la ecuación clásica, socavando la uniformidad del discurso y su representación.

Marcando así la ausencia de terreno común, los elementos verbales y visuales siguen juntos, pero no desde una isotopía previa.


Ultima versión de «Ceci n’est pas une pipe» Magritte, 1966.

Ahora nos podemos preguntar: ¿qué dice el texto sobre la imagen?

Primero uno podría suponer que Magritte muestra aquí una versión simplificada de la tesis platónica, que la representación de una pipa no es una pipa en sí misma, sino sólo una copia de la pipa.
“Ceci n’est pas une pipe” no es la negativa que sanciona la ausencia temporal del modelo original, ni la negativa de «ceci est une pipe» sino que es la fórmula que asegura la circulación de simulacros que no se parecen a nada (en todo caso a ninguna pipa real) sino que se refiere el uno al otro de manera indefinida.

Así el cuadro suspende la relación vertical de semejanza entre un modelo y su copia, ya que no hay modelo sólo una similitud de copias.
Magritte abre la pintura moderna a su propio y primitivo futuro.

Michel Foucault concluye:
“Un día llegará en el que la propia imagen con su texto, será desidentificada por la similitud indefinidamente transferida a lo largo de una serie. Campbell, Campbell, Campbell, Campbell....” (2)


La imagen propuesta tiene las características previstas por Foucault, el original está desidentificado por la indefinida e incontrolada reproducción que nos aporta la web.
Y como prueba de esto, aquí propongo una nueva imagen radicante, multiplicada. Tres simulacros, el original sólo Sergi Pérez lo conoce.





Referencias:


(1)LOUIS-FERDINAND, Céline, Voyage au bout de la nuit, p.487, Folio n°28, 1932.
(2)FOUCALT, Michel, Ceci n’est pas une pipe, Fata Morgana, 1973.

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