El círculo suena

Laura Sánchez, Madrid



Fotografías de una trompa antigua y una trompa actual modelo Alexander 103

La arquitectura ha estudiado las formas geométricas puras en todas las etapas de la historia. Ha jugado con el círculo, el cuadrado, la elipse... entendemos estas figuras, son bellas en sí mismas y siguen ofreciendo enigmas que indagar y explotar. La escultura, la pintura... todas las artes caen rendidas a sus pies. Incluso la música.

Teniendo una silueta inconfundible, el timbre perfecto y el sonido más envolvente, la trompa es una gran desconocida que pasa desapercibida entre sus compañeros famosos de orquesta, aunque en cuanto a color musical y estética tiene un inmenso valor.

Geométricamente es impecable, una sucesión de círculos perpendiculares entre sí por los que el aire, concienciado con su cometido sonoro, realiza un mareante recorrido.
Empieza por el círculo más pequeño de todos, la boquilla, unos dos centímetros de diámetro quizás, y continúa con fuerza por el tubo (de sección circular) completando una vuelta y media de una gran circunferencia hasta llegar a la campana, un nuevo círculo de más de 30 centímetros de diámetro que expulsa el sonido al exterior para que llegue a nuestros oídos.

El aire tiene claro su recorrido en las antiguas trompas, de la boquilla a la campana no hay escapatoria, se encuentra encerrado en las paredes metálicas y el sonido se limita a la flexibilidad del instrumentista con los labios y el diafragma.

Incluir toda una maraña de tuberías y pistones sobre la circunferencia que forma el conducto principal permitió que la trompa se convirtiese en el instrumento elegante y orquestal que es hoy, que pudiéramos escuchar obras como la Villanelle de Dukas o el concertino de Weber; imposible hubiera sido pronosticar un futuro así para un instrumento relegado en el pasado a la aburrida tarea de llamar a filas.

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