LO QUE PERDIMOS ALGUIEN LO ENCONTRÓ
Ana Mª Miguel Quesada, Barcelona
Muy significativo el cuadro del señor que parece escalar sobre la acumulación caótica, intentando no hundirse, con la ayuda de un bastón. Tratando de huir de los restos, quizás olvidando cómo se generaron y a quién pertenecen.
Más significativo en contraste con el tranquilo Buda que se permite darse un baño del entorno. Diferentes actitudes ante el pasado.
Me han contado que el abuelo de mi abuelo, cuando estaba triste, tenía un remedio infalible: cogía el camino para el bosque y en él un sendero secreto que lo llevaba a un claro mágico con mil colores, mil sonidos y mil olores.
Al llegar allí encendía una hoguera y pronunciaba las palabras de una oración y sus pesares desaparecían al instante.
Me han contado que el padre de mi abuelo, cuando estaba triste, iba hacia el bosque y a través de un sendero secreto llegaba a un claro mágico del bosque donde encendía una hoguera, pero había olvidado las palabras de la oración.
Me han contado que mi abuelo, cuando estaba triste, caminaba en dirección al bosque y tomaba un sendero secreto que conducía a un claro del bosque, y al llegar miraba alrededor, pero no sabía encender una hoguera y ni que existía una oración.
Me han contado que mi padre, cuando estaba triste, se dirigía hacia el bosque, pero nunca llegó a encontrar ningún sendero que lo llevase al corazón del claro del bosque, y por supuesto no encendía ninguna hoguera ni nunca supo de unas palabras en forma de oración.
Cuando estoy triste, cuento esta historia mientras pienso que algún día encontraré ése bosque donde adentrarme. Recordar esta historia me reconforta.
Este antiguo cuento nos habla de la memoria perdida, y de la nostalgia del pasado idealizado.
El pasado es cómodo, nos hace sentir bien por todo lo que tiene de posible aún, es un momento en el que todo podría ser, aún no ha sido, el futuro lo es más que nunca. En el presente, sentimos demasiado la avalancha de ese futuro sobre nuestras cabezas.
Por eso muchas personas se anclan en el pasado, reviviendo momentos memorables, acumulando la historia, atesorándola y congelándola, como una imagen de Miss Havisham ante su mesa de banquete de bodas (fig 1).
Grandes esperanzas condensadas en pequeños tesoros, recuerdos, souvenirs, objetos que atesoran la memoria.
Recuerdos, recordare, re + cordis: de nuevo + corazón, permiten volver a traer al corazón. Antes de conocer las capacidades del cerebro, los antiguos pensaban que el corazón era el lugar para almacenar. Recuperar la memoria, porque Mnemósine no es otra que la madre de las musas, las que al final nos inspiran en la creación. Y ya se sabe que todo está inventado, así que poco más que recordar y mezclar elementos conocidos para una nueva interpretación y producción.
En una acumulación de objetos sin vida, de restos de vida, quizás el proceso de degradación convierte a unos en vertederos (fig 2) y a otros en paisajes otoñales (fig 3). Lo que nos provoca cada visión sólo se explica por la historia y vivencia personal. La posibilidad de tesoros escondidos, un recurso de reciclado, una fuente de nutrientes,…
En una acumulación de objetos, quizás el orden y alguna caprichosa valoración convierten unos en históricos y otros en vertederos. Es como vaciar el piso de un pariente lejano. La colección de “pongos” parece interminable (dónde lo pongo, dónde lo pongo??!, fig 4)
En el Museo de la Inocencia de Estambul (fig 5) encontramos una vitrina con 4.213 colillas de cigarrillos de “ella”, con su nota al pie indicando el día en que se consiguió y lo que representa. Llevar al extremo la sacralización de un residuo, traer a la memoria desde la ceniza, como un Fénix.
Y si para evocar es necesario un anclaje, la recopilación en el cerebro o fuera de él, acaba teniendo la apariencia de una caótica acumulación que otros no entienden y donde sólo tú ves tesoros. ¿Es eso lo que ocurre en esas mentes rotas? El miedo a perder el pasado hace que se acumulen objetos y nazcan los museos. Así se convierte una casa como la de John Soane (fig 6), así aparecen los románticos.
Lo que comparten todos estos casos es la melancolía, reflejada en la belleza ajada, en las partes de un todo incompleto y embrutecido por el paso del tiempo y el uso. Incluso por el insulto del olvido
Fig 7. Intervención durante Temps de Flors 2015 en Girona. Ambiente culminado en este escenario, inapreciable en la foto la teatralidad del recorrido con luces, olores y sonidos que transportan los sentidos hasta el momento congelado
Así que al final uno se sienta tranquilo entre sus restos, los recorre y los escala, los recupera. El Big Data (fig 8) que espera pacientemente a las musas.
Imágenes:
Fig 1. http://www.rogerebert.com/reviews/great-movie-great-expectations-1946
Fig 2. https://es.wikipedia.org/wiki/Vertedero_(basura)
Fig3. http://www.publicdomainpictures.net/view-image.php?image=26720&picture=&jazyk=ES
Fig 4. http://sunsais.com/blog/los-pongos-ya-oficialmente-estan-de-moda/
Fig 5. http://cuentosparaunmuseo.blogspot.com.es/2014/12/el-amor-y-sus-miedos-en-cajitas-para.html
Fig 6. https://clickmylook.wordpress.com/2013/05/04/sir-john-soane-casamuseo/
Fig 7. Foto de la autora, Ana Miguel Quesada
Fig 8. https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Big_Bang_Data_exhibit_at_CCCB_16.JPG
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