Utopía, 1927

Claudio Blanco Salgado, Vigo.

“Llamóla utopía, voz griega cuyo significado es no hay lugar”. Quevedo

Así comienza un pequeño cuento que escribió Borges en 1975 integrado en El libro de arena. En Utopía de un hombre cansado, Eudoro Acevedo se encuentra con una casa en una llanura desierta donde le recibe un ser de otro tiempo. Le cuenta la vida del futuro, en la que los hombres viven el tiempo que desean, prefieren la soledad y el arte. No hay posesiones ni herencias, sólo existe el ahora. El habitante de la vivienda expone:
-He construido esta casa, que es igual a todas las otras. He labrado estos muebles y estos enseres. He trabajado el campo, que otros cuya cara no he visto, trabajarán mejor que yo. Puedo mostrarte algunas cosas.

-Ésta es mi obra -declaró (1)


Construcción de la casa en Krivoarbat ,1927


“…construir para nosotros, por nuestros propios medios y más aún, con enorme riesgo para el bienestar de la propia familia, es un verdadero estímulo que ahonda en el contenido emocional hasta el punto de alcanzar, fácilmente, descubrimientos extraordinarios…”
. Melnikov (2)

La casa es el lugar propio del hombre, su refugio desde donde observamos y ordenamos el mundo.
La arquitectura doméstica habla de una relación, la del hombre con la casa, que aún hoy se mantiene intacta porque se refiere a algo tan profundo, esencial y propio de la condición humana como es la necesidad de cobijo.

La casa que construye para si mismo un arquitecto es un traje que lo envuelve con sus costumbres, ideas y valores. Es un acto de pura investigación, un punto de inflexión dentro de su obra. En definitiva, es un experimento de laboratorio en el cual se llega hasta el límite de la condición física.
El arquitecto piensa el espacio ejerciendo un trabajo continuo, a lo largo de su estancia en la vivienda, de crítica y valoración. Esta investigación conduce a la arquitectura hacia territorios menos formales o técnicos, pero si más sensibles y sensitivos. Atender a esta manera de pensar el proyecto implica que éste no ha terminado con la construcción, sino que continúa con el vivir intenso del espacio.

Melnikov soñó con hacerse una casa. Su propia vivienda mientras respiraba un régimen estricto con las experiencias artísticas individualistas. En la URSS stalinista parecía un objetivo casi imposible, pero en 1927 consiguió que el Ayuntamiento de Moscú le cediese un solar para construir una utopía.
En un primer momento, planteó la obra como un experimento para alojar a las masas, una vivienda reproducible que sirviese como elemento transformador de una nueva sociedad que estaba empezando a formarse. Una arquitectura que se desnuda de los artificios propios de la etapa anterior y se muestra como verdadera belleza afable y complaciente (3).

En Krivoarbat proyectó dos cilindros blancos de 9 metros de diámetro y de distinta cota que se entrelazan tejiendo los distintos espacios domésticos.
Melnikov organiza la planta baja mediante un eje clásico que articula las estancias vivideras, la cocina, el comedor y las dependencias de servicio y almacenaje. En la primera, alojó los dormitorios y el cuarto de estar, se puede encontrar una pequeña biblioteca donde aparecen la mayor parte de los libros del arquitecto. Sobre este forjado y a media altura del salón, reside el taller. Es el motor de la vivienda, un espacio a doble altura, con acceso a una gran terraza, que actúa como caja de resonancia para su creatividad.
La forma tan singular la resolvió estructuralmente mediante la ingeniosa combinación de un sistema de muros portantes de ladrillo que trabajan como una armadura, tomó como modelo una torre del siglo XVI que se estaba restaurando en las cercanías, y una retícula de vigas de madera en las que se apoyan tableros colaborantes en ambas caras.


Taller del artista.1935

La vivienda fue vista por los arquitectos rusos como un hito de libertad, una declaración de una individualidad creativa frente al colectivismo implantado por Stalin. En una época de austeridad arquitectónica estas muestras reaccionarias de creatividad no eran bien entendidas por el dictador.
En noviembre de 1929 la familia Melnikov se trasladó a su casa pero circunstancias exteriores a la arquitectura cambian la percepción. En 1937 el arquitecto fue señalado por el sindicato como el principal "formalista" (epíteto condenatorio utilizado en la época) prohibiéndosele la enseñanza y la práctica del oficio. El régimen de la hoz y el martillo había conseguido truncar la utopía de un hombre con una ilusión, una sombra, una ficción. (4)



Referencias:


(1) El libro de arena. Borges. 1975
(2) Tesis Melnikov en París de Ginés Garrido. 2004
(3) Documental La casa de Melnikov. Utopía en Moscú. 2007
(4) La vida es sueño. Calderón de la Barca. 1635

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