Un muro de libros
Apuntes para una novela sobre el monumento a Rosa de Luxemburgo, los libros y Mies van der Rohe.
Santiago de Molina, Madrid.
CAPÍTULO 1:
La noche entre el 9 y el 10 de Noviembre de 1938 fueron reventados miles de escaparates y vidrios en las calles y ciudades alemanas. La infección moral de todo un país daba la cara después de un largo cultivo.
Durante casi un lustro se había ido dando cuerpo a esa noche de los cristales rotos por medio de una de las imágenes más atroces relacionadas con la falta de libertad: la quema de miles de libros por las calles y plazas de Alemania.
CAPÍTULO 2:
Mies Van der Rohe emigró a América solo un año antes, dejando atrás la mayor parte de su biblioteca. En 1952 Mies confesó a sus alumnos americanos que con su partida había abandonado cerca de 3000 volúmenes en Berlín. Incapaz de llevarlos consigo, seleccionó entre sus títulos cerca de 300.
Entre todos los autores salvados por Mies del que más títulos acarreó, sorprendentemente, era del español Ortega y Gasset. Entre ellos, La rebelión de las masas y La deshumanización del arte... De Arquitectos apenas llevó un puñado, varios de Rudolf Schwarz, uno de Le Corbusier, la historia de la arquitectura moderna de Johnson y Hitchcock, uno sobre Thomas Jefferson, otro de Frederick Kiesler, de Sullivan, de Semper y de Van de Velde.
Nada más.
Un conjunto heterogéneo y significativo donde asoma, más que un intelectual, un personaje con mayores preocupaciones por los libros de física que por los de arquitectura, técnica o pedagogía.
Esa selección tampoco mostraba ninguna preocupación aparente por la poesía.
CAPÍTULO 3:
El Monumento de Rosa de Luxemburgo, fue erigido en 1926 por Mies Van der Rohe, tras un comentario maledicente al acaudalado pero comunista Eduard Fuchs sobre una propuesta anterior de Wilhelm Pieck: “cuando me lo mostraba”, contó Mies, “me puse a reír y le dije que sería un gran monumento para un banquero”(1). Un insulto que desembocó en un encargo.
Las filiaciones de aquella obra masiva de ladrillos irregulares y salvajes con Wright y el neoplasticismo, discutidas y refutadas, no llegan a ser concluyentes sobre la que seguramente es la obra más dramática y de mayor contenido psicológico de Mies.
Por otro lado la historia de esos ladrillos esconde la historia de una falsedad. Aunque Mies argumentaba que se trataba de levantar un muro en homenaje al paredón en que fueron asesinados Rosa de Luxemburgo y Karl Liebknecht, en realidad éstos fueron fusilados sin atisbo de dignidad, (si es que pudiese considerarse dignidad alguna forma de asesinato), sino que resultaron golpeados, muertos y arrojados a un canal, furtiva y criminalmente, por soldados alemanes a cargo de su ministerio del interior.
Aquel muro de ladrillo resultaba centrífugo en todas sus facetas. Todo parecía allí dispuesto para escupir señales de modo expansivo e irrefrenable. Más que ladrillos “(...) un pelotón de personas avanzan hacia el espectador. (...) Una infinita procesión de personas forma el muro(...)”(2).
El muro proyectaba una bandera (solo ausente en una de las fotografías conservadas). El muro proclamaba por medio de una inscripción una frase del último discurso de Rosa de Luxemburgo “Ich war, ich bin, ich werde sein”(3). El muro lanzaba una estrella de acero inoxidable con cinco pétalos.
Más que un monumento el muro de Mies resultaba ser una tribuna. Un muro vociferante.
CAPÍTULO 4:
Encaramada a un muro de libros, una señora ataviada con la vestimenta propia de las damas del ejército de salvación reclama la donación de libros para enviar a los soldados que luchaban al otro lado del océano contra los nazis. Como una emergencia, se reclamaba la lectura como arma de guerra.
El muro sobre el que se alzaba fue erigido como monumento por parte de la Biblioteca de Nueva York. Banderas, símbolos y lemas se asemejan y solapan, misteriosa y sorprendentemente, a la obra de Mies Van der Rohe en homenaje a Rosa de Luxemburgo y Karl Liebknecht.
(Aunque donde la obra de Mies tenía un alma de hormigón, el monumento americano tenía una tosca y provisional estructura de madera)
CAPÍTULO 5:
Tras los bombardeos alemanes en Londres, entre los restos de Holland House library, en octubre de 1940, tres hombres, entre los escombros amontonados de la biblioteca, significan el más profundo y esperanzado anhelo de la cultura.
Ajenos al mundo, veneran con la mirada esos volúmenes sucios y empolvados. Leen y buscan entre las estanterías líneas capaces de resarcir a un hombre de la guerra y elevarlo por encima de si mismo y de sus circunstancias.
Entre los escombros asoman los materiales con los que comienza toda reconstrucción. Las ideas.
CAPÍTULO 6:
La biblioteca abandonada de Mies fue recuperada y luego catalogada por Richard Seidel. Se conserva en su mayor parte en el apartado de colecciones especiales de la Universidad de Illinois en Chicago.
Referencias:
(1) SCHULZE, Frank, Una Biografía crítica, Ed. Blume, Madrid, 1986, pp. 129 y 130
(2) QUETGLAS, Josep, El Horror cristalizado, Imágenes del pabellón Alemania de Mies Van der Rohe, Actar, Barcelona, 2001, pp. 111
(3) “Yo fui, yo soy, yo seré”
---------------------------------índice--------------------------------