Propaganda silenciosa
Rubén Páez, Barcelona.
La imagen del Monumento a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg en Berlín, obra de Mies Van der Rohe en conmemoración de las víctimas de la Revolución Rusa de Noviembre, sugiere un guiño hacia la instrumentalización simbólica de las aspiraciones sociales del hombre. Como proyección física de la sociedad, la arquitectura ha representado a lo largo de la historia los anhelos de los poderosos.
La arquitectura ha necesitado siempre adoptar una posición relativa al poder para conservar su continuidad y conectar con el contexto real en cada etapa histórica. En este sentido toda propaganda surgida de cualquiera de los poderes legítimos o fácticos de la sociedad ha estado al servicio de la arquitectura convirtiéndola en iconografía del espacio físico de la ciudad.
Considerando la ciudad como espacio de soporte de las relaciones humanas, ésta se entiende como plataforma de comunicación social. La ciudad se conforma como fuente y referencia de las ambiciones políticas y económicas, al mismo tiempo que extensión de las aspiraciones individuales y colectivas de la sociedad.
Es quizás el siglo XX la etapa más cambiante y en la que la sociedad se transforma de manera más decisiva. Los totalitarismos políticos vividos suponen un recorrido por la arquitectura más ideológica que desemboca a mediados del siglo en totalitarismos económicos.
La expresión de un nuevo tiempo
El Constructivismo en los inicios del siglo XX, movimiento de la vanguardia rusa, es el encargado de difundir la identidad y el empuje dinámico de la revolución. Una revolución social, económica y cultural que adoptará y difundirá la vanguardia constructivista como medio de propaganda de la nueva sociedad ideal.
Bajo el desarrollo de la sociedad revolucionaria, la arquitectura es el símbolo de la construcción del socialismo. La arquitectura adquiere el papel de altavoz de la revolución. Del mismo modo la ciudad se convierte en espejo del dinamismo revolucionario, en el que la expresividad simbólica se difunde a través de las formas de la arquitectura y su capacidad de comunicación. La geometría y la tecnología industrial expresan el espíritu de la revolución, el modelo ideal en el que la estética debe llegar a todas las manifestaciones de la sociedad. Una acción cultural revolucionaria que tiene como misión cambiar incluso el modo de percibir a través de nuevas variables de espacio y tiempo.
Tras el impulso que supone la vanguardia constructivista en la nueva sociedad rusa, ésta quedará relegada y remplazada por una estética más academicista. El cambio de paradigma lo define Giulio Carlo Argan de esta forma:
“Al arte de la revolución le sucede - apropiándose indebidamente los calificativos de «realista» y «socialista» - un arte de Estado que en realidad no es arte sino simple y enfática ilustración de temas obligados.”
La expresión de un nuevo orden
Otro ejemplo lo encontramos en la arquitectura de la Alemania nazi. Ésta representa el renacimiento cultural y espiritual de las culturas clásicas del mediterráneo como carga ideológica de la propaganda del Tercer Reich.
La admiración por la cultura griega y la Roma Imperial hicieron proponer una arquitectura inspirada en la belleza que evocaban las ruinas clásicas. Muchas de las obras emblemáticas del período Nazi construidas entre el 1933 y el 1945 toman claros referentes de las obras más representativas del Imperio Romano.
El resultado es una arquitectura de pinceladas neoclásicas grandilocuente, descomunal y monumental que no sólo singulariza los edificios con un estilo clásico desprovisto ornamentación añadida, sino que cualifica el escenario urbano en los que se implanta.
La arquitectura posee la misión de retratar la fortaleza de un pueblo guerrero, exaltando la identidad y la dominación de la raza Aria desarrollando un evidente poder de intimidación.
La expresión de un sueño
Con la llegada del capitalismo como nueva forma de organización de las sociedades occidentales, también aparecen nuevas iconografías arquitectónicas. Como ejemplo ilustrativo surge el rascacielos como hito arquitectónico que simboliza el poder económico. El motivo de su construcción se debe en la mayoría de casos al máximo aprovechamiento del suelo, por ello suelen situarse en las zonas más exclusivas dónde el valor del suelo es más alto. Sin embargo existe también la motivación publicitaria, en la que sus propietarios justifican la posición económica y de poder de las corporaciones financieras.
La ciudad de New York, y en concreto la isla de Manhattan encierra históricamente la máxima expresión del capitalismo. El propio Rem Koolhaas en su polémico Delirio de Nueva York define el rascacielos como el nuevo icono de la nueva religión: la arquitectura.
“…Los iconos de la religión son reemplazados por los de la edificación. La arquitectura es la nueva religión de Manhattan.”
Sin embargo, detrás de la imagen icónica de los rascacielos neoyorquinos, Mies van der Rohe desarrolla en sus edificios un ejercicio de idealismo poético, que los acerca a un simbolismo más conceptual. De nuevo, en palabras del crítico de arte Giulio Carlo Argan:
“El rascacielos no es la explotación intensiva del terreno urbano; es una «casa transparente» que llega hasta el cielo, utopía expresionista y neo-romántica, morada del hombre que no tiene nada que esconder, símbolo de la conciencia pura, de la vida consagrada a un ideal. Además, en el rascacielos está presente la idea de la torre gótica que destaca sobre los tejados de la ciudad de la que es su imagen simbólica, una forma que desdeña todo contacto de tipo terrenal y que tiene como espacio el cielo y la luz...No hay ni peso de masas ni tensiones; la orgullosa técnica moderna está al servicio de la belleza de una forma racional y poética a un tiempo.”
La extraordinaria pureza expresiva de las formas de los rascacielos de Mies representa el nuevo símbolo de poder en la ciudad. Más allá del orden, la proporción o la armonía que encontramos y más allá del carácter inmaterial, la luz configura un nuevo escenario, en el que la distinción del día y la noche desaparecen. De día se hacen luminosos en el entorno gris y anodino de la ciudad y de noche lucen bajo la oscuridad. El rascacielos derriba la barrera del espacio, de la materia y del tiempo, se hace eterno en la retina de los fieles que contemplan el nuevo capital de la sociedad: la arquitectura.
La expresión de un delirio
El paradigma simbólico de la arquitectura, entroncando el símbolo con la función de determinar un fragmento que permite reconstruir la parte de un todo, trata de relanzarse en el contexto americano con postulados postmodernos en los años 70 en contra de los tratados más funcionales y universales del Movimiento Moderno.
Si el capitalismo fue el primero en entender la ciudad como icono de la nueva economía, la publicidad lo fue para la promoción del consumo y el entretenimiento. Bajo la irrupción de la sociedad de consumo, la publicidad adquiere el papel de fenómeno de comunicación arquitectónico. En este panorama se configura un nuevo lenguaje, una nueva estructura comunicativa superpuesta a la arquitectura, generando un nuevo escenario, un nuevo paisaje urbano, personificado en la tierra de la fantasía: Las Vegas.
El libro Aprendiendo de Las Vegas de Robert Venturi pone de relieve el valor comunicativo y significativo de la arquitectura a través de una nueva concepción: el edificio anuncio. El anuncio adquiere mayor trascendencia que la arquitectura, la envolvente se desvincula y se convierte en un elemento autónomo del contenido funcional. La arquitectura adquiere el valor funcional y anónimo en el interior, y el aspecto singular, comunicativo y público en el exterior. De cualquier modo la arquitectura abraza un contenido representativo, el diseño gráfico adquiere un papel trascendental en el modo de comunicar contenidos.
Pero más allá de una propuesta estética nueva existe el objetivo de crear una ciudad para la ilusión, en la que todo pervive eternamente, y en la que todo aparece replicado, liberado de la carga temporal que lo lanza indefectiblemente a la inmortalidad. Sobre el nuevo concepto de ciudad y en concreto del delirio de Las Vegas, el periodista Vicente Verdú se refiere en estos términos:
“La filosofía clásica consideró la ficción como una versión devaluada de la verdad pero la ficción cuenta hoy con su propia verdad, más cara e incomparablemente más productiva. De la realidad a secas no crece nada, pero de la realidad doblada, de su recreación se obtiene un espacio recreativo comercializable. El mundo tal como es vale menos que su copia, de la misma manera que, como enseño Marcel Duchamp, los objetos aumentan su cotización estética cuando se descontextualizan y pierden el gravamen de su función, los límites de la lógica.”
Referencias:
Imágenes:
Imagen 1. Monumento a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg en Berlín (1926), obra de Mies Van der Rohe
Imagen 2. El Lissitzky, Tribuna de Lenin. Croquis, (1920),
colección Staats Tretjakov Galerie de Moscú
Imagen 3. Ciudad de Las Vegas.
Textos:
ARGAN, Giulio Carlo, “El arte moderno”, Fernando Torres Ed,1975.
KOOLHAAS, Rem, “Delirio de Nueva York”, Editorial Gustavo Gili, 1978.
VENTURI, Robert, “Aprendiendo de Las Vegas”, GG Reprints, Editorial Gustavo Gili, 1978.
VERDÚ, Vicente, “La arquitectura de la no-ciudad” Aprendiendo de Las Vegas, Cátedra Jorge Oteiza, Universidad Pública de Navarra, 2004.
---------------------------------índice--------------------------------