Telegraph road
Jaume Prat, Barcelona
Cada año es necesario abrir la tierra, removerla y sembrarla para que dé frutos. Cultivarla. Este trabajo constante, milenario, es la base de lo que llamamos paisaje. Para que éste se produzca sólo será necesaria una mirada fascinada que lo descubra.
Sobre este terreno arado y vuelto a arar se van superponiendo diversas tramas que correspondan a otros tantos patrones de uso. Un día llega el telégrafo, con su línea recta perfecta entre A y B construida a base de puntos de veinte centímetros de diámetro, hechos de madera, cada veinte o treinta metros. El patrón inferior, que cambia ligeramente de año en año, por el grado de humedad del suelo, por el modelo del arado, el uso de animales o vehículos a motor, los tipos de cultivo, etcétera, se acomoda y apenas se ve alterado por el orden superior.
Sobre este tapiz la gente se mueve. Sus rastros, desaparecido el motivo que los ha provocado, parecen aleatorios.
Levantando estos patrones sobre un plano hipotético y usándolos convenientemente obtendremos arquitectura.
El diseño incremental es una base que muchos arquitectos usan para producir sus edificios. Está contrapuesto a un diseño orgánico que no tiene nada que ver con formas blandas o supuestas coartadas que suelen empezar por el prefijo bio, en el que el edificio se comporta como un sistema global donde cada elemento soporta un número indeterminado y muchas veces variable de funciones y donde nada se puede separar de nada. Buenos ejemplos de ello serían las arquitecturas de Frank Lloyd Wright a Gaudí pasando por un Tadao Ando muy poco japonés en este sentido.
Una buena metáfora del diseño incremental es este fotograma del film Blade Runner, de 1928. En él aparece un los Ángeles enfocado des de arriba. Sobre las alcantarillas calles con una mescolanza de peatones y coches de superficie. Encima, publicidad, tendido eléctrico, catenarias diversas, viviendas. Sobre los tejados fuegos petrolíferos y el cielo convertido en una autopista para coches voladores bajo una lluvia incesante. El conjunto, diseñado por diversos arquitectos a lo largo de muchas décadas, es de una armonía sorprendente. La mirada del replicante lo convierte en poesía.
Un ejemplo de proyecto diseñado así podría ser la Tres Grande Bibliothèque, de Rem Koolhaas, es decir, su propuesta de concurso para la Biblioteca Nacional de Francia en París. Allí se da en los tres ejes cartesianos: pantallas estructurales paralelas soportando diversos edificios dentro del edificio, superpuestos entre ellos y servidos por una trama de núcleos verticales e incluso un edificio completo adosado a una de sus fachadas. Los objetos son tan autónomos entre sí que, en versiones posteriores y construidas de este proyecto, como la Casa da Musica en Oporto, partes del edificio como el auditorio principal se han subcontratado a otros arquitectos, como, en ese caso concreto, Petra Blaisse.
En la base de todo esto siguen estando el arado y la flauta, el ritual de fundación y de apropiación de un territorio que todo arquitecto tendría que tener grabado a fuego como si de un juramento hipocrático se tratase.
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