10/10/10

Santiago de Molina, Madrid

A los oficios de periodista, escritor, y fotógrafo, Gaspar-Félix de Tournachon, (que ha pasado a la historia con el pseudónimo de Nadar), agregó el de comandante de una compañía de globos aerostáticos. El objetivo de tan anómalo trabajo para alguien que frecuentaba compañías de otro tipo, -Baudelaire y su círculo bohemio entre otros-, era el de fotografiar las posiciones de las tropas prusianas que por entonces sitiaban París.
Catorce años antes, en 1856, Nadar había sido el primero en subir a un globo aerostático para fotografiar los tejados del encantador pueblecito francés de Petit-Bicêtre, inventando así la fotografía aérea.¹
No se conserva esta imagen. Tampoco es demérito que solo ascendiera 80 metros para obtenerla. Desde entonces, la progresión de la fotografía aérea apenas debe algo a la estética, y sí a la inteligencia militar. Del aspecto utilitario no se ha desprendido siquiera en la actualidad, donde miles de satélites como tercos vigías ordeñan todo tipo de información aérea con fines urbanísticos, meteorológicos u otros no siempre declarables.
Sin embargo y a pesar de su capacidad de seducción, la visión aérea apenas gozó de popularidad hasta que el Apollo XVII mostrara en 1972 nuestro planeta flotando sobre un fondo negro, como un huevo cósmico. El segundo éxito de difusión se ha dado mucho más recientemente con Google Earth, que ha posibilitado viajar a cualquier rincón del mundo con los ojos de Dios,- de Dios-NASA, naturalmente-, haciendo real la posibilidad, ya acostumbrada por el cine y la ciencia ficción de ver la tierra como un objeto externo, manipulable y accesible.
Sin embargo quizá la mayor dosis de magia de Google Earth, más que en convertirnos en fisgones planetarios, está en que esa visión se produce en continuidad y sin saltos. Del universo a la plaza de nuestra ciudad de un vistazo, dando idea simultánea de los paisajes cercanos.
Google Earth permite vagar, pasear por el mundo como “flaneurs” domésticos; Aladines en alfombras mágicas. Pero siendo conscientes, -y esto desde mi punto de vista es lo más importante-, de la escala relativa del mundo y sus distancias.
La experiencia fingida de unos ojos que se acercan a una velocidad imposible a un lugar real, a vista de pájaro, es una de las bases del éxito de este programa, que ha supuesto una revolución que trasciende sus orígenes militares y alcanza campos inesperados como el de la arqueología y la pedagogía. Aunque revolución tal vez no sea más que una exagerada manera de decirlo...

Este año 2010 se celebrará en el estudio de los Eames el día “Power of ten”, como cada año pero este de una manera especial, el 10/10/10.
“Power of ten”, no sobra decirlo, es la más famosa película que Charles y Ray Eames produjeron primero con el largo e irrepetible título de: “A Rough Sketch for a Proposed Film Dealing with the Powers of Ten and the Relative Size of Things in the Universe” el año 1968 para la empresa IBM.



La película, - hoy un tesoro nacional y como tal tratado-, desarrolla la sencilla idea de mostrar el tamaño relativo del universo en base a factores de 10 partiendo de la dimensión de un metro. El documental avanza, alejándose primero, para descubrirnos la inmensidad que nos desborda y retrocede después, hasta la escala más pequeña e inalcanzable. Todo en poco más de nueve minutos.²
Son fascinantes las imágenes del rodaje de las primeras escenas con la cámara sobre una grúa y Charles Eames colgado de ella, como un equilibrista. Junto a ellas, la película encierra dos sorpresas: La primera tiene un carácter místico y se encuentra en la equivalencia formal de los universos de lo inmenso y lo ínfimo. La segunda, y por la que es afortunada desde el punto de vista de la pedagogía, se encuentra en el mismo punto sobre el que Google Earth basa su éxito: La escala relativa y continua; el movimiento sin pausa que conecta la totalidad del universo.
Las conexiones se refuerzan si además se señala que los Eames reconocían la influencia del libro de 1957 de un modesto profesor llamado Kees Boeke: Cosmic View: The Universe in 40 Jumps, de exacto contenido y del que el autor decía: “En la escuela se nos presentan diferentes esferas de la existencia, que a menudo no están conectadas unas a otras, de manera que estamos en peligro de recibir una gran cantidad de imágenes sin darnos cuenta que todas se unen en un gran todo. Por ello es importante en nuestra educación encontrar los medios para desarrollar una visión más amplia y más conectada del mundo y una visión verdaderamente cósmica del universo y del lugar que ocupamos en él” ³
Habrá quién advierta que esos fines son exactos a los que persigue la verdadera arquitectura.

Madrid 11 de febrero de 2010
www.santiagodemolina.com

Las imágenes, por orden, corresponden al fotograma inicial de “Power of Ten” de los Eames, El rodaje de la primera escena sobre la grúa, y la primera imagen del libro de Kees Boeke, Cosmic View: The Universe in 40 Jumps, de 1957

¹ Situado en las inmediaciones de París y hoy llamado Petit-Clamart.
² http://www.youtube.com/watch?v=A2cmlhfdxuY
³ BOEKE, Kees, Cosmic View: The Universe in 40 Jumps, 1957.

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