Correspondencia circular

Pablo Twose y François Guynot de Boismenu, Barcelona y París.



Hola François,

Ayer estuve haciendo recuento de nuestro intercambio de e-mails, hemos escrito más de 25 páginas a raíz de aquella inesperada perdida en la rotonda de la salida de Vistabella. Ayer imprimí todas las páginas y las extendí sobre la mesa, entre ellas se encuentra una variada colección de anécdotas, historias, recuerdos y puras invenciones.

No nos podríamos imaginar en septiembre, mientras escuchábamos al vecino de Vistabella rememorar las anécdotas de un Jujol al que no pudo conocer, que esa insípida rotonda en la que nos perderíamos más tarde nos mantendría amarrados dando vueltas hasta ahora.

Impulsado por encontrar un origen a nuestras pesquisas, más allá de lo fortuito de un descuido, me he topado con estas palabras:

En las glorietas, los que se hallen dentro de la vía circular tendrán preferencia de paso sobre los que pretendan acceder a aquéllas. (Artículo 21, número 2, del Texto Articulado)

Sólo una frase en las 118 páginas que componen el reglamento de circulación español para referirse a la circulación en el interior de las rotondas.

Yo salgo en esta salida, la glorieta es tuya.

Un abrazo.




Hola Pablo,

Te escribo desde mi mesa, frente al bosque de Saint Germain-en-Laye, sus 3500 ha fueron en el renacimiento francés el terreno de caza real.

Al rey François I (1494-1547) le gustaba mucho la caza, tanto es así que su apodo era el «rey de los cazadores».
En este bosque el rey construyo dos castillos y para facilitar la exploración del bosque mandó realizar una serie de anchos caminos.
Estos fueron ordenados en forma radial, como grandes bulevares que seccionaron el bosque en triángulos y trapecios. En cada intersección se creó un gran círculo vacío que permitía el agrupamiento de los cazadores, el cambio de dirección y sobre todo daba lugar a una fácil y eficaz observación. La multiplicación de estos círculos fue una estrategia para cubrir una gran superficie de terreno con un mínimo de distancia a realizar y así facilitar el rastreo. Al animal, una vez adentro de esta geometría, le era muy difícil salir de ella con vida.

Aquí también, los que estaban dentro de estas rotondas tenían una todopoderosa preferencia, de verlo todo y de hacer dentro de ellas antes y después de la inevitable muerte del animal lo más importante: sociabilidad y cotilleo.

Un abrazo.




Hola François,

No te he escrito antes porque he estado buscando una libreta. Resulta que el plano del coto de caza del “Rey de los cazadores” de tu carta me ha devuelto a un recuerdo de infancia: Las páginas de una libreta que pertenecía a mi hermano mayor y que debí hojear hace unos 20años. Por entonces, mientras yo me pasaba el verano viendo el coche fantástico, mi hermano creaba máquinas para fabricar helio, brazos robóticos, sistemas de visión artificial, y también, y eso no lo sabía yo entonces, dibujaba ciudades inventadas en esa libreta que ando buscando...

Recuerdo que estaba toda dibujada en tinta azul sobre hojas cuadriculadas. Sus páginas estaban pobladas de cruces, calles, y barrios enteros. He intentado con fuerza devolver esas páginas a la memoria intuyendo que sus laberintos estaban plagados de rotondas...

Aprovechando las navidades le pregunté a mi hermano sobre esa libreta y me corroboró que efectivamente en ella habían rotondas, pero que en su inicio no. Me explicó que por entonces, estaba totalmente embriagado por la perfecta cuadrícula del ensanche de Barcelona ideado por Cerdà y que en su libreta, con mano firme, la extendía con mayor soltura que el propio Cerdà: Gràcia, Poblesec, LesCorts, poco a poco acababan engullidos por su retícula perfecta. Me habló de ese mundo soñado, de rectas perfectas, que se truncó un día que bajaba por la Rambla del Poble nou, allí descubrió 5 rotondas consecutivas insertadas en la trama Cerdá que hilvanaban graciosamente el tráfico. Esas rotondas le sorprendieron tanto que sus ciudades empezaron a poblarse de ellas, su Barcelona se transfiguró hasta lo irreconocible convirtiéndose, gracias a la nueva soltura adquirida mediante las rotondas, en una ciudad que nunca existiría, en una ciudad que sólo habita en mi recuerdo borroso de una libreta.

Me prometió que la buscaría, y prometo mostrártela si la encuentra.

Un abrazo.




Hola Pablo,

Las rotondas en su origen también fueron el lugar geométrico de prácticas seductivas, la historia que sigue lo demuestra.

La reina María de Medicis (1575-1642), languidecía en París, extrañaba entre otras cosas la distracción a la moda de su Florencia natal: el paseo en coche. Las calles alrededor del palacio del Louvre todavía no estaban adaptabas para este tipo de paseo. En 1600, la reina manda construir una avenida de un kilómetro, bordeada de cuatro hileras de olmos. El desfile aristocrático se organizaba de la manera siguiente: las mujeres iban en carruajes descubiertos y los hombres a caballo. Como el coqueteo podía durar más de un kilómetro, se le sumaron al paseo dos círculos de giro en cada extremo, pudiendo así multiplicarse al infinito la distancia de coqueteo. Fue moda y la alta sociedad le tomó el gusto a este lugar.

Hoy en día el paseo mas popular se ha trasladado hacia los «Campos Eliseos». Su estructura sigue siendo la misma: dos rotondas y una avenida entre ellas, el coqueteo así se puede alargar en el tiempo al compás de subidas, bajadas, medias vueltas, hoy se suman además innombrables vitrinas y consumo desenfrenado.

Abrazo.




Hola François,

¿Recuerdas esa escena de Playtime de Jacques Tati de la rotonda, donde los coches ruedan sin fin como en un carrousel? Pensaba en ella cuando leía acerca de ese paseo infinito dedicado al coqueteo.

¿Qué ocurre cuando no logramos salir de una rotonda?

Recuerdo un buen amigo mío que en mi tercera vuelta de extravío en una rotonda escondió teatralmente la cabeza entre sus piernas, desapareciendo por vergüenza. Le entiendo, tres vueltas en una rotonda es una eternidad plagada de bocinazos y miradas desaprobatorias.

También escuché la historia de una alumna de autoescuela que debía seguir recto en una rotonda, pero que se quedó atrapada en ella incapaz de aclarar que significaba: seguir recto en una rotonda. El profesor a la tercera vuelta estalló: ¡Salga por donde le de la gana, pero salga de una jodida vez de esta maldita rotonda!

La última anécdota: En el año 1.994 miles de jóvenes acamparon durante un mes en la Diagonal de Barcelona, ocupando hasta el interior de una gran rotonda. En esa rotonda, la abuela de una amiga de mi cuñado, anciana de buenos modales y alta alcurnia, aprovechaba para dar vueltas con la ventanilla bajada gritando e insultando a los manifestantes, a los que acusaba de vagos antisistema.

Algo ocurre cuando se supera la función útil de la rotonda, vuelta tras vuelta el espacio deja paso al tiempo, un tiempo suspendido, que cobra cada vez mayor importancia hasta hacerse vergonzosamente excesivo o insoportable, conviertiendose en un tiempo donde uno puede incluso jugar a ser otro y olvidarse de sus modales.

“Si la línea recta es la más breve entre dos puntos fatales e inevitables, las disgresiones la alargarán; y si esas disgresiones se vuelven tan complejas, enredadas, tortuosas, tan rápidas que hacen perder las propias huellas, tal vez la muerte no nos encuentre, el tiempo se extravíe y podamos permanecer ocultos en los mudables escondrijos”.(1)

Quizás tan sólo sea eso lo que intentamos tras esta correspondencia circular. Suspender el tiempo.




Hola Pablo,

Como tu dices las rotondas también son tiempos suspendidos en la ciudad, lugar de esperas, recuerdo la que tuvo el arquitecto Eugène Hénard(1849-1923).

El trabajó toda su vida en la oficina de obras públicas de París como funcionario. En 1902 y 1909 escribe «estudios sobre la transformación de Paris», ocho folletos donde expone su visión sobre una capital transformada por el automóvil y la vida moderna. Su visión metropolitana consistía sobre todo en priorizar la calle, separando las funciones urbanas, ideando edificios modernos con estacionamiento para aviones y proponiendo calles a múltiples niveles, cada uno de ellos con una función especifica.
Fue sobre todo un pionero de las rotondas que hoy conocemos, el las llamó: «cruce de caminos a giro y movimiento continuo».

Su plan para París consistía en crear grandes vías radiales que unirían el centro con una carretera de circunvalación. En cada cruce con los bulevares concéntricos de Haussmann, instalaba sus rotondas. París quedaría así modificado en múltiples paseos donde seducción, circulación y control serían multiplicados.

Hénard siempre esperó un ascenso que nunca obtuvo y que sus proyectos se realizaran. Sus rotondas sí tuvieron éxito, participó a su banalización como ilusión para una mejor vida.
En una de ellas quedo Hénard, esperando su ascenso.

Abrazos.




Hola François,

Vuelvo a estar en Tarragona, donde he aprovechado para releer un texto de Robin Evans, que empieza así: “Las cosas ordinarias encierran los más profundos misterios” (2). Con esta frase aún resonando en la cabeza he vuelto a la rotonda donde nos perdimos. En el rato que pasé allí no pasó nada, al menos nada significativo, no hallé ningún misterio… El tráfico fluía en un perfecto movimiento continuo, sin fricciones de ningún tipo.

Bien pensado, la rotonda imaginada por Eugène Henard podría llamarse “El cruce funcional para una vida sin fricciones”. Este caprichoso título no es mío, es del arquitecto alemán Alexander Klein, quien en 1928 presentó su famoso estudio La casa funcional para una vida sin fricciones. De nuevo el texto de Robin Evans: “ La justificación de la planta de Klein era la metáfora que escondía su título, que daba a entender que todos los encuentros fortuitos causaban fricción y por tanto, amenazaba al tranquilo funcionamiento de la máquina doméstica, siempre al límite del fallo.” (2)

¿Qué es este texto sino la descripción ideal de una rotonda, donde las intersecciones desaparecen, donde lo fortuito queda minimizado y donde las personas pueden cruzar sin temor a lo inesperado? Las rotondas, nuestras ciudades y nuestras casas son, cada vez más, mecanismos que diluyen la incertidumbre.

En un cruce convencional, la incertidumbre queda reflejada en 32 puntos que anuncian posibles “encuentros fortuitos”: un frenazo, un claxon, un insulto en el aire, unas miradas que se cruzan… En cambio, en la rotonda tan sólo 4 puntos, que nos permiten circular sin apenas dejar rastro. En un espacio sin fricciones nada nuestro se desprende en el lugar, y sin ese desprendimiento no podemos crear ninguna identidad, complicidad o relación con él. El espacio sin fricciones sólo lo habita la soledad.

Me despido después del sermón. Un abrazo.



Hola Pablo,

Cuando llegué a Francia, alguien me dijo que este país era un país de constructores, como tantos otros, pensé yo. Es verdad que este país tiene la costumbre sobre todo de complicarse la vida. En París la mitad de su estadio de fútbol está construido sobre la autorruta que circunvala la ciudad. Pero el reto más bello es el primer aeropuerto, Charles de Gaulle, construido sobre una rotonda de 200 metros de diámetro. El edificio es un cilindro de hormigón de 7 niveles y 7 satélites de embarque. La distribución del programa es muy particular, en los primeros cuatro niveles se alojan la llegada y salida de pasajeros y sus equipajes, en los últimos tres niveles está el estacionamiento.
La circulación general es como una rotonda en tres dimensiones, autos por afuera, los peatones atrapados en esta construcción digna de un dibujo de Piranesi van circulando a través de escaleras mecánicas y cintas transportadoras hasta subir al avión. Mas extraño aun es la circulación en coche, por que uno debe escalar el edificio para estacionar.
Luego para salir seguimos subiendo hasta la terraza como si fuéramos a decolar. En ella a cielo abierto vemos los aviones, pagamos el estacionamiento y bajamos dando vueltas en esta especie de turbo rotonda.

Este edifico fue construido por Paul Andreu en 1974, cuando este tenia solo 30 años. Era ingeniero para complacer a su padre y arquitecto por que le apetecía. A los ojos de su padre catedrático en matemáticas en Burdeos su hijo era un vago, y el día de la inauguración del aeropuerto tampoco cambió su opinión.

Yo para complacer a mi padre fui a buscarlo con mi primo Juan de piloto. Fue toda una odisea llegar y entrar en esta bella estructura pero salir de ella fue una verdadera pesadilla. Recuerdo estar en el cuarto nivel, ya afuera esperando junto a mi padre y ver pasar a mi primo dando vueltas por esta maldita rotonda sin poder llegar hasta nosotros.
Luego de varias vueltas pudo estacionar enfrente y nos fuimos lo más rápido posible.

Tres semanas después volví a acompañar a mi padre al aeropuerto, esta vez fue en autobús porque me apetecía y mi padre pensó que su hijo era un vago.

Las rotondas son eso, la mejor manera de complacer. Un abrazo.


Hola François,

“Poco después de las tres de la tarde del 22 de abril de 1973, un arquitecto de treinta y cinco años llamado Robert Mayland corría saliendo de Londres por el carril rápido del cruce oeste (…).”(3) Así empieza, La isla de cemento de J.G.Ballard, pocas líneas después el coche de Robert Mayland se accidenta y cae en el interior de una gran rotonda.

¿Te has fijado que en toda nuestra correspondencia hemos transitado por el perímetro del círculo, como si éste fuera una frontera? Una frontera llena de fricciones, extravíos y reencuentros ¿Y si traspasamos la frontera hacia el centro? ¿Cómo adentrarnos? Quizás el accidente de Robert Maitland sea una pista. Bien pensado el círculo empieza con la rasgadura de la aguja del compás en el papel, empieza con un accidente, con una marca que aún borrando el círculo permanecerá. Es como si el círculo tuviera siempre presente ese accidente central. Tanto el ojo de la escalera, el iris o un remolino nos llevan irremediablemente a la infinitud del vacío.

Permíteme volver a la historia de Robert Maitland done la había dejado: accidentado en el centro de la rotonda donde nadie bajará a socorrerlo, solo y herido se convertirá en explorador de un nuevo territorio, un Robinson Crusoe que sobrevive tras la frontera circular del tráfico.

Desde ese centro olvidado Maitland/Ballard inspecciona el gigantesco nudo de tráfico y leemos: “…Comparándola con el sistema de autopistas, comprobó que era mucho más vieja que el terreno circundante, como si ese parche de tierra baldía hubiera sobrevivido mediante una astucia especial y una determinada persistencia, y sobrevivirá aún, desconocida e ignorada, mucho después que las autopistas se deshiciesen en polvo.” (3

Esa tierra baldía es como la rasgadura que ejerce la aguja del compás, el único rastro que permanece en la hoja cuando todo ha sido borrado.

Aunque, pensándolo bien, ya nadie utiliza el compás ni rasga el papel, ahora los centros son virtuales, y nadie se acuerda de ellos.

Cuando Robert Maitland se supo olvidado en la isla, ya no sintió ninguna necesidad real de salir de ella, y eso le bastaba para confirmar que había conseguido dominarla…

Yo lo dejo aquí, a la espera de tu última carta, gracias por el viaje.


Hola Pablo,

Traer la ficción de Maitland/Ballard dentro de este texto a dos manos hace aun mas real el centro de estos circulares e-mails.

Un simple contratiempo el verano pasado en una rotonda, nos trajo hasta este lugar. No fue mas que una circunvalación que luego se propagó y así fue que otras rotondas nos volvieron a traer hasta aquí.(4)

En cada una de ellas fuimos dejando textos, palabra tras palabra, línea tras línea, encontramos en ellos otros caminos y al final,
otras rotondas nos volvieron a traer hasta aquí.

También dejamos historias por escribir, posibles salidas hacia otras rotondas que nos hubieran podido llevar hasta allí, aquel lugar donde quizás algún otro día iremos a parar.

Sin darnos cuenta ese día de verano nos pusimos a andar, sin automóvil ni en Jaguar, todo este tiempo estuvimos mirando reflejos, ya que nunca dejamos la rotonda inicial en Vistabella.

Pablo ya es tiempo que salgamos de aquí, una de estas salidas nos llevará a la costa, en Cambrils encontraremos un lugar donde tomar una copa y otras historias para contar.

Otro abrazo, François.




41°11’45.43”N - 1°15’43.79”E



Referencias:


(1) Italo Calvino, Seis propuestas para el próximo milenio. Ed. Siruela, fragmento donde Carlo Levi destaca las disgresiones de Tristam Shandy de Lawrence Sterne.
(2) Robin Evans “Figures, Doors and Passages” en Architectural Design, vol.48, 4 de abril de 1978. Texto recogido en la edición Traducciones, ed. pre-textos, col·legi d’arquitectes de Catalunya, demarcació Girona - Précisions, Le plan «Voisin» de Paris 1929.
(3) J.G. Ballard, La isla de cemento. Ed. minotauro.
(4) Jorge Drexeler «una canción nos trajo hasta aquí».

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