CORRAMOS

Pablo Twose Valls, Barcelona



¿Cuánto peso carga la arquitectura?

Me atrevería a decir que lo único que pesa en las casas son nuestros miedos.

Enumero algunos: el horror a la vastedad y al infinito que se enmarca con ventanas y se suaviza con vallados; el horror a la noche que se deja oír entre el crepitar de la chimenea (o de la pantalla encendida); el miedo a la obligación familiar que se esconde en años y años de repeticiones de roles; el horror al cambio, que se vuelve un horror dulce, pues poco se resiste tanto a moverse como la propia casa; o, incluso el temor a la bancarrota que convierte a la arquitectura en un bien inmueble hasta despojarla de sus atributos.

Si no tenemos cuidado, más que cobijarnos, la casa nos sepulta vivos.

Por todo esto se agradece que los textos de Pedro Puertas tengan siempre este empeño por lo ligero y por huir de lo pesado.

n el último de ellos, “Malle/casa”, se aprecia perfectamente ese énfasis por reducir el peso hasta lo mínimo e imprescindible.

“Si hace un tiempo el peso de una casa podría ser el de la memoria de aquellos que la habitaron, normalmente los miembros de una familia, y en donde el dicho de “si estas paredes hablaran” tenía sentido. Hoy me atrevería a decir que ese peso de una casa, el peso de la memoria, debe convivir con el peso equivalente al de un baúl, el peso de la necesidad, que transita errante hacia lo inesperado.” (1)

Y es que la única manera de sortear la pesadez y no quedarse enganchado en ella es moverse, preferiblemente, ligero de equipaje. O, dicho de otro modo, sólo la acción nos aleja del miedo que impregna las paredes de la casa.

Caminemos, no paremos, quizás podríamos acompañar nuestro paseo con estas palabras del escritor Bernat Castany: “la acción es una modalidad fundamental del conocimiento. La acción nos permite comprobar nuestras mediciones, hacer pruebas de realidad, y saber quiénes somos y quiénes son los demás. Saltar es un modo de medir la altura” (2)

¡Saltemos! Como salta el caballo en el tablero de ajedrez, ligeros.

A Pedro le gustaban las arquitecturas que corrían a toda velocidad a través del tiempo, aquellas que no se detenían en pesadas discusiones, aquellas que tanto daba si hablaban o callaban, pues eran ya arquitectura. (3)

Entonces, mejor corramos.

¡clop!, ¡clop!, ¡clop!...(4)

A propósito de esa preciada rapidez recuerdo leer a Chillida preguntarse ¿no es el espacio, acaso, una clase de materia muy rápida? (5). Creo que Pedro entendió secretamente que la materia podía volverse muy pesada y que sólo la velocidad es capaz de aligerarla y transformarla en hueco, en un espacio por donde acaba colándose el agua, la luz, el aire y sobre todo el tiempo. (6)

Son pensamientos veloces que sólo pueden entreverse de improviso. Pedro los amaba precisamente porque no pueden dibujarse ni escribirse del todo, porque que se escapan siempre hacia adelante. Si nos detuviéramos desaparecerían como lo hace un sueño al intentar recordarlo.

Por eso mejor no parar y seguir adelante hasta descubrir que ese camino que imaginábamos solitario, es, en cambio, un lugar de encuentro, solo entonces entenderemos esa inmensa red de amigos que tenía Pedro, quien simplemente se echó a andar ligero, más ligero que nadie, cargando únicmaent con su “boîte a miràcles”.

Sigamos su consejo:

Corramos hacia lo inesperado.



Notas:


(1) Puertas, Pedro. Malle/casa, engawa número 23, septiembre de 2018.
(2) Castany, Bernat. Una filosofía del miedo. Editorial anagrama, colección argumentos
(3) Puertas, Pedro. Tienes los cordones atados, engawa 04, enero 2011
(4) Puertas, Pedro. ¡clop!, ¡clop!, ¡clop!...número 109 del boletín técnico de la revista CIRCO.2003
(5) Chillida, Eduardo. Escritos, editorial la fábrica, 2005.

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