UNA INESPERADA CLARIDAD EN LA NIEBLA

João Paupério y Maria Rebelo, Porto

Uno de los mayores mitos de la historia y la cultura portuguesas es la muerte de D. Sebastião I. La desaparición del rey en la batalla de Alcazarquivir, al norte de Marruecos, generó especulaciones sobre su destino y alimentó la expectativa de su regreso. Algo que ocurriría, según la leyenda, en una mañana neblinosa.

Frente a los acontecimientos que siguieron a su desaparición y que condujeron a la pérdida de la independencia de Portugal en favor de España, esa niebla se convirtió, para los que confiaban en su regreso, en el símbolo de una esperanza mesiánica en un pasado perdido, capaz de rescatarlos del presente en crisis. Una fe nostálgica tan arraigada que se consolidó en lo que se llamaría sebastianismo.

En el plano empírico, la niebla es algo que nos quita cualquier perspectiva del horizonte. Y así, en esa deriva ideológica, se convirtió en una fértil metáfora para sembrar y fermentar la idea de que el futuro pasaba por un retorno en el tiempo. O más bien, un retorno del tiempo, de una identidad y de una supuesta grandeza perdida que, en una maniobra de prestidigitación de la memoria colectiva, resurge como ideal.


En la que quizá sea la más famosa de sus tesis sobre la filosofía de la historia (1), Walter Benjamin utiliza el cuadro Angelus Novus, de Paul Klee, para describir lo que él llama el “Ángel de la Historia”: “su rostro, escribe Benjamin, está vuelto hacia el pasado. Donde nosotros percibimos una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única que amontona ruina sobre ruina y la arroja a sus pies”. Y aunque este ángel parece querer “detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado”, sucede que “desde el Paraíso sopla un huracán que se enreda en sus alas, y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas”. Este
huracán, concluye Benjamin, “es lo que nosotros llamamos progreso”. De hecho, si observamos detenidamente el cuadro de Klee, veremos que este ángel también parece estar rodeado de niebla, probablemente el humo de la destrucción que aún flota en el aire.

Dialogando con las que acabamos de describir, en la imagen que sirve de portada a este número de Engawa aparecen a través de la niebla, con una presencia lacónica y poco heroica, ruinas de un pasado reciente. De hecho, como nos enseña Wisnik, la imagen de la niebla retoma su poder como metáfora en el espacio-tiempo del capitalismo tardío -informe, abstracto y aparentemente homogéneo-, apareciendo como tema en el arte y la arquitectura contemporáneos. Como, por ejemplo, en las obras de Olafur Eliasson o Diller & Scofidio. O en una experiencia reciente de Atlante, donde por una reacción físico-química del papel fotográfico, al entrar en contacto con la luz, la especificidad de la costa portuguesa se desvanece con el tiempo en un enigmático y abstracto color púrpura.



La niebla se entiende aquí como lugar de desorientación, más que de salvación. Pero “dentro de la niebla, escribe Wisnik, no estamos muertos. Estamos, tal vez, con una mezcla de miedo y encanto, tocando caminos inciertos a través de significados distintos de la visión, ya muy comprometidos por la excesiva agudeza que, paradójicamente, caracteriza al mundo actual” (2). Y en lugar de ensombrecernos, la niebla puede traer consigo una lucidez sorprendente, una claridad inesperada.
Al fin y al cabo, la desorientación también puede ser una forma de reencontrarnos, es decir, de recuperar la atención sobre un real desdibujado por la ceguera de un mundo hiperactivo y cada vez más mercantilizado (como los situacionistas creían poder hacer, en los años 60, a través de la dérive).



La niebla no es sólo un cuerpo que ocupa el espacio, sustrayéndonos el horizonte. Es también una sustancia que filtra o diluye el ruido de un contexto sobrecargado de información, desvelando poco a poco, aquí y allá, la singularidad de los cuerpos que lo ocupan. Es decir, revelándonos una vez más la crudeza de las condiciones materiales que constituyen la realidad que nos rodea; de las vidas que aún son posibles para las ruinas heredadas de un progreso cuyos límites concretos nos parecen cada vez más claros.



(Des)enfocada por la niebla, esa realidad arruinada podrá volver a mostrar cualidades que mientras tanto se han vuelto invisibles para nosotros. Entre el polvo de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, Dimitris Pikionis vio en los escombros de los palacios urbanos atenienses el material necesario para reconstruir el paisaje de la Acrópolis. Druot, Lacaton & Vassal, en cambio, dilucidados por la bruma de sus implosiones a principios del siglo XXI, reinterpretaron las cualidades latentes en las torres y barras de los grands ensembles parisinos, más allá de los prejuicios y estigmas sociales que, entretanto, los habían cubierto. Utilizando, para reconstruirlos, materiales depreciados y connotados con su pasado “indigno”: las chapas y plásticos de las bidonvilles.



Pensamos, también, en la obra de Flores i Prats, en su cuidadosa atención a lo existente: “as found”. A la memoria del trabajo acumulado por trabajadores y artesanos en cada una de las capas de la ciudad, rescatada para una nueva dignidad a través de un “essai d’amélioration”, para utilizar una expresión de Antoni Miralda. Un planteamiento que pasa por entender cómo “mejorar situaciones, cómo transformar piezas que ya existen, cómo reutilizar toda esta gran riqueza que no envuelve, todo ese pasado, todos esos edificios, todos esos monumentos, suburbios y montañas de basura que tenemos en la ciudad, todas estas cosas que ojalá hubiera más tiempo para pensarlas y trabajar” (3) Quizás esto explique que muchas veces los dibujos del dúo aparezcan borrosos, como si estuvieran envueltos en una expresiva niebla.

Mientras escribimos estas palabras, vuelven a hacerse evidentes los peligros políticos de las maniobras ideológicas que fantasean con un retorno del pasado como salvación a la crisis
económica y ecológica- en la que nos encontramos. Por eso, protestaremos contra cualquier
forma sebastianista de bruma y nos proponemos concentrar en esta otra cualidad de la niebla.
Estudiando cuidadosamente estas ruinas acumuladas por el proceso histórico y que el mismo proceso, poco a poco, sigue revelándonos. Estudiando sus motivos y sus
posibles. Para a partir de ellos, de su potencial inacabado, empezarnos a inventar otro futuro.


Referencias:


(1) Benjamin, W. (2010), O Anjo da História, Lisboa: Assírio & Alvim, p.14
(2) Wisnik, G. (2012), Dentro do nevoeiro: diálogos cruzados entre
arte e arquitectura contemporânea [Tesis doctoral, Universidade de São
Paulo]. Biblioteca Digital de Teses e Dissertações da USP. https://
teses.usp.br/teses/disponiveis/16/16133/tde-03072012-142241/publico/
tese_completa_revisada_Wisnik.pdf, p.13
(3) Miralda, A. (2020). Flors & Prats [monografía, 3ª edición], Archives,
1, p.293


Imágenes:


Imagen 01: “Angelus Novus”, Paul Klee, 1920
Imagen 02: “Aurora”, ©Atlante [Francisco Ascensão], 2020
Imagen 03: Caminos en la Acrópolis de Atenas, ©Dimitris Pikionis A.M.K.E.,
1954-57
Imagen 04: “Plus”, ©Druot, Lacaton & Vassal, 2004
Imagen 05: Sección detallada de escalera principal de Sala Beckett con
el pozo de luz, ©Flores i Prats, 2011-2016

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