APOLOGÍA AL VEGETAL

Adriano Niel, Lisboa

Desde que tengo memoria me han enseñado a interpretar una imagen, una obra, un espacio, a partir del acto  de entrecerrar los ojos, borrando la visión. La turbidez tiene la capacidad de transformarse en una capa de  ambigüedad y especulación que se superpone a cualquier cosa. Consigue relucir las cosas más relevantes y,  con mayor o menor esfuerzo, desvanecer las secundarias. Abre tiempo y espacio para distanciarse del objeto,  tan necesario para apuntar a una interpretación propia, a un acercamiento a la síntesis. La niebla apunta a  una reflexión sobre una idea del todo, del tiempo, de la evolución. 

En la obra Poética, Aristóteles define el concepto de mímesis como el fundamento sobre el que se asienta  toda actividad artística . Sostiene que el Arte siempre parte de un proceso de imitación del mundo natural, (1) aunque es sólo cuando se agrega algo del campo de la imaginación y la creatividad humanas que logra  alcanzar nuevos significados y la elevación poética . Transportado al campo de la Arquitectura, el concepto  (2) de mímesis -entendido como un acto de sucesivas imitaciones o repeticiones al que se le añaden gestos  creativos- representa la idea de que siempre se hace un dibujo sobre el anterior, o incluso, que una obra también se construye sobre la anterior, constituyendo así un lento proceso evolutivo de la disciplina que  depende de la superposición, la reflexión, la repetición y la adición.

El momento en que se coloca un papel vegetal sobre un dibujo abre una ventana de tiempo de reflexión  basada en una ambigüedad. Si, por un lado, su transparencia revela los rasgos generadores a los que se  superpone y antecede, forzando un cierto impulso de reproducción, por otro lado, de su sutil opacidad  emergen las sensaciones asociadas a la hoja en blanco, no incitando al mero imitación, sino al gesto adictivo  de la creatividad humana. El acto de colocar un papel vegetal encima de otro no es más que un  empañamiento de las ideas alcanzadas con el dibujo anterior, dando tiempo para reflexionar sobre hacia  dónde se quiere ir con el nuevo dibujo. En arquitectura, el papel vegetal es la herramienta cuyas cualidades  mejor defienden el concepto de mímesis enunciado por Aristóteles. La existencia simultánea de opacidad y  transparencia contribuye a una expansión del tiempo y la consiguiente reflexión y evolución. 

Si la lectura de este concepto de mímesis se hace evidente a la microescala de la sucesión del dibujo, su  importancia sólo se hace comprensible en la macroescala del tiempo: de los proyectos y obras que siguen, de  las generaciones que dejan caminos y huellas para los que vendrán, siempre añadiendo cualquier gesto de creatividad a lo ya  lanzado. Tras visitar el templo de Teséion y darse cuenta de su importancia como definición de los  principios para la posterior construcción del Partenón, Fernando Távora escribe en su diario: “ Cada vez estoy más convencido de que sólo haciendo lo mismo varias veces, en la vida o al mismo tiempo. a lo largo de  generaciones es posible afinar y llegar a soluciones de la eternidad (...) ” (3)

La idea de que la arquitectura puede ser eterna es quizás una ilusión. El Partenón, en algún momento, no  existió. Incluso habrá habido una historia de la arquitectura de la que él no formó parte. Su construcción  tuvo un comienzo y, probablemente, su existencia tendrá un final. ¿Es el Partenón eterno? La cualidad de  eterno puede no basarse solo en su existencia física, sino también en la cantidad de veces que alguien  superpuso un papel vegetal (físico o mental) al Partenón y reprodujo, reflejó y agregó algo nuevo a su  existencia, perpetuándolo en el tiempo. Y así seguirá sucediendo. La arquitectura es, en esencia, una  disciplina de evolución gradual, con el tiempo y la sucesión de reproducciones defectuosas como principal  agente modelador. 

Aunque vivimos hoy en un mundo donde la multiplicación de pixels por milímetro cuadrado es una  búsqueda incesante y donde la hiper definición está en el corazón de la civilización humana, el equilibrio  adecuado entre opacidad y transparencia, ya sea que se materialice en una lente empañada, en una niebla que  cae sobre un paisaje, en un cuadro donde figura y fondo se disipan, en un papel vegetal, o en un gesto  deliberado para desdibujar la visión, se convierte en una semilla esencial para una reflexión sobre la  evolución. 



Pieter Vermeersch, Untitled, 2019 


Referencias:


1. ARISTÓTELES - Poética . 3.ª ed. Lisboa: Fundação Calouste Gulbenkian, 2008, p. 42 
2. Ibidem, p. 54
3. TÁVORA, Fernando - Diário de “Bordo”. Porto: Associação Casa da Arquitectura, 2012, Vol. 2, p. 12


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