La ciudad de la memoria

Rubén Paez, Barcelona


“Tan solo entendiendo cómo han crecido las ciudades puede construirse la ciudad.” Aldo Rossi


Cuando en la ciudad desaparece la arquitectura, ésta queda a expensas de las miradas, queda desnuda, despojada del alma que la hace pertenecer a la historia. La complejidad que la definía se convierte en una disolución de lo urbano, se trivializa, se deshumaniza, se diluye su memoria. La ciudad se convierte en masa, la ciudad se convierte en un recuerdo.

Cuando la arquitectura pertenece a la ciudad ésta se convierte en su refugio, un lugar en el que durante siglos se han ido produciendo las trasformaciones que la convierten en única. Cada ciudad posee una esencia y ésta se encuentra sin duda en la arquitectura que la define. El poder que evocan ciertas arquitecturas en la ciudad forjan el carácter, aunque la inmensa mayoría de ciudades no tengan forma.

La ciudad se compone de sujetos arquitectónicos que mirándose de reojo establecen los vínculos con aquellos que la habitan. Pero la arquitectura no es estática, pertenece a aquellos que a través del tiempo han transmitido y conservado su identidad. Si la arquitectura posee sólo una legitimación simbólica, sin relación al espacio que transforma en la ciudad, esta la destruirá.



La arquitectura debe buscar la verdad de la ciudad transformándose y convirtiéndose en un estrato más dentro del gran proceso que es la historia. La ciudad no compra “arquitecturas”, sino que genera la arquitectura, aquella que le permite adquirir la condición de lugar habitable. La ciudad no es un ente matemático abstracto, es un ser vivo, un escenario donde se superponen los diferentes actores que dan vida.

La ciudad es singular, la ciudad es única, la ciudad es el resultado de muchas actividades, que pierde su condición cuando la arquitectura desaparece, cuando los referentes no pertenecen al lugar, cuando se deslegitiman sus límites, cuando los arraigos de aquellos que la habitan desaparecen.

Cuando la arquitectura desaparece, la ciudad se convierte en un negocio, el espectáculo que rige a los especuladores, convirtiendo las exigencias en planificaciones de fantasía. “…la corrupción urbanística juega un papel importante de planificación de las ciudades.” Rem Koolhaas.



En ocasiones la arquitectura más atípica establece vínculos con la ciudad, si ésta conjunción integral desapareciera la ciudad perdería su propia condición. Ese es el poder de la arquitectura, sufragar la pérdida y establecer una “unidad heterogenia”. Si la ciudad se convierte en un simulacro en el que su fisonomía son copias parciales de otras, la ciudad ficción habrá triunfado. La ciudad fingirá una personalidad, aquella que busca en el desconcierto y la confusión su valor, un producto eficiente y pragmático surgido de la cultura instantánea en la que vivimos instalados. Una ciudad de mínimos para una cultura de masas.

La arquitectura como contexto para las experiencias de la vida actúa como espacio que interactúa con el visitante, la arquitectura definida como el interfaz, el lugar desde el que el observador mediará con la ciudad y ésta será observada. En este sentido la calidad de la arquitectura, como creación propia del hombre significará a la ciudad, constituyendo el valor de la continuidad de las ciudades por encima de estereotipos o modas.
Una ciudad viva permite que su fisonomía se transforme manteniendo viva los atributos que posee su permanencia a la historia como contenedor de una memoria colectiva.



“…tomo partido por mantener el valor intrínseco que la ciudad antigua tiene, insistiendo en que me gustaría que el mundo que construimos ahora mantuviera vivos los atributos de la realidad que hoy entendemos como pertenecientes al pasado. La ciudad puede que haya dejado de ser protección (geográfica), mercado (economía) o escenario en el que se lleva a cabo la lucha por la vida (historia), pero es todavía el lugar, o al menos así lo entiendo, en que sentir la proximidad, la presencia de los otros, y esto es algo de lo que nunca se podrá ni prescindir ni olvidar.”1

1. Rafael Moneo. Seis apuntes discontinuos sobre la ciudad

Ilustraciones por orden de aparición: Teatro del Mundo-Aldo Rossi (Venecia 1979), Guggenheim Bilbao-Frank Gehry desde calle Iparraguirre, Postdamer Platz (Berlín), Barrio del Albaicín (Granada)

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